Tlaxcala, 1994. Doctoranda en el Departamento de Estudios Semíticos de la Universidad de Granada. Escribe una tesis doctoral sobre los aportes del mundo árabe clásico a la historia de la salud mental.
. el pulso
en su Canon de la medicina Ibn Sina escribió que el pulso posee una naturaleza musical propia. en su estado ideal tiene, por tanto, ritmo y cadencia como parte de un sonido e impulso interno armonioso. al considerar y detallar extensamente la importancia en la duración de cada latido, su periodicidad entre uno y otro, y su fuerza, hablaba de un compás, con sus debidos intervalos y silencios. específicamente, un compás de cuatro tiempos. expansión, pausa, contracción, pausa.
en el siglo once ya se sabía que el pulso es la conducción del oxígeno por medio de los vasos sanguíneos, la conducción —o interrupción— de la vida. con este dato Ibn Sina inicia su apartado Sobre el pulso cuando aborda síntomas y signos, y explica formas, momentos y puntos del cuerpo en donde es más fácil tomar el pulso, de preferencia cuando la persona está en un estado libre de ira, exaltación y reacciones exacerbadas, para evitar confusiones en la interpretación de un signo alterado. lo correcto era tomarlo en el estado más calmado posible: la estabilidad anímica en sí siendo evaluada para la toma de este signo vital frente a la sospecha de cualquier otro padecimiento; y procede a extenderse en más consideraciones en torno a la edad, complexión, sexo, embarazo, incluso oficio de la persona enferma.
sobre esto pensé anoche, recapitulando lecturas recientes, mientras la naturaleza musical de mi pulso, del de todas las personas a mi alrededor, oscilaba caóticamente por ser nuestros cuerpos otra masa más de esta ciudad sobre la cual el sonido, sus ondas ya mudas, podían estamparse o rebotar. pensé que esas ondas eran a la vez el pulso, la no-naturaleza musical, de una ciudad en brasas.
amanecimos con videos escalofriantes. dicen que fueron ochenta y seis bombas sólo esa noche, bombas de cientos de kilos sobre una misma zona, sobre pocos edificios. no vi el humo. en parte porque intentando dormir no quise asomarme por las ventanas que mantenemos abiertas desde hace semanas para evitar que estallen, en parte porque nos rodean edificios más altos y una colina. pero pensé que podríamos tomar el pulso a cada barrio, si acaso para monitorear síntomas ahora que la cura parece tan distante.
entre ruidos y temblores nos caíamos de cansacio y a bostezos, y cuando alguien lograba dormitar y entrar en etapa inicial del sueño, otro estallido despertaba. y cuando logramos, algunas, dormir, el pulso de la guerra, artificio musical, se coló en nuestro intento de descanso y era la música en mi interior una bomba más, pequeñita, alterada. un ritmo nuevo moviendo mi cuerpo.
amanecimos exhaustas, y el papá de ن tarareaba preparando café. no canta, tararea. a veces silba y yo observo sus manos enormes con dedos gruesos que confirman cuánto entiende la tierra. tarareaba como niño. tiene más de setenta años pero últimamente se comporta como niño. y le dice a su hija cada día mañana que vuelva a casa, te traigo más… hablando de frutas o postres o aceite de su cosecha. pero no puede, no sabemos si podrá volver a casa, si habrá casa. y él sigue repitiéndonos mañana que vuelva, traigo más, mañana que vuelva.
. la marcha
desde hace un año escribo como ejercitándome. aumenta la condición en un word o en un chat de whatsapp conmigo misma, según dónde esté. me siento a escribir más que nunca antes, lo hago en horas en las que sé que dispondré de suficiente electricidad para cargar lo que haga falta. escribo como ejercitándome, hasta que el hambre me recuerda lo vital. se me olvida desayunar comer cenar a veces. escribo también para preguntar ¿estás «bien»? a varias, así, con comillas, seguido de un mantente a salvo siempre inservible. o al revés. respondo a lo mismo, también entrecomillado, desde que el protocolario lugar común del cómo estás es casi una ofensa. se reemplazó por un ¿cómo dormiste? ¿dormiste?
escribo para ejercitarme para noséqué, y en uno de esos ejercicios reuní canciones que se hicieron bizma. son canciones que en cierta esperanza ignorante me acercan al deseo del papá de ن, me hacen afirmar que tendrá casa a la que volver. reuní canciones compañeras, canciones-archivo, canciones urgentes para las que me falta vocabulario con el que traducirle la intención de cada una de ellas. si las cosas no fueran tan enojosas, si quedara más tiempo para otras cosas que no fueran andarse desesperando y abominar del mundo, si pudiera yo cruzar un mar con mi vecina, mi colega, o sus padres y sus hijas, estaríamos de camino, o tal vez no sería siquiera una opción alejarnos ni estaría yo deseando contarle al papá de ن cosas de esta música ni le ofrecería hacer el café cada mañana ni nos conoceríamos.
después de anoche quisiera compartirle a él que sabe mejor que nosotras del poste al que todas estamos atadas, que llevo escuchando en bucle que si todos tiramos, caerá, i molt de temps no pot durar, segur que tomba, tomba, tomba, ben corcada està ja. pero mi árabe crece lento, y mi creatividad resulta poca para decir con mímica que l’estaca tomba, tomba. que en estos días he entendido con más claridad el amor a un pedazo de tierra, una determinación que parece anticuada de lo distante que nos resulta a ciertos cuerpos o en ciertos espacios. se amueblan al gusto casa y cabeza. una partida hacia el polvo, niños y pan, y un libro para ti y a tu hijo y a las hijas de tus hijos. pasa un año sobre el siguiente, con el rostro todavía empolvado. cae un año sobre el siguiente, y su diálogo se extiende con un tono salvaje como una yegua y la boca como una campana desenfrenada por el silencio atrapado en las habitaciones.
yo nunca imaginé estar hoy aquí, ahora.
compañeras poetas, tomando en cuenta los últimos sucesos en la poesía, sucesos que desconozco por completo, quisiera preguntar qué adjetivos usar para hacer un poema no sentimental, fuera de toda vanguardia o evidente panfleto. desconozco los últimos sucesos en la poesía y en toda manifestación creativa, en todo lenguaje nombrado artístico, pero conozco bien, de primera mano, un solo suceso, ayer último. fue un suceso como una nota redonda. nunca imaginé estar allí, escuchando y esperando las implicaciones de este duelo que extrañamente alcanzó a resonar en mí.
ayer, veintiocho de septiembre, y hoy, y quizá mañana, vemos una procesión eterna que marcha sobre piedras evitando el sol, cargando ídolos sobre hombros que no tienen fuerzas.
muere ح.
punto. en cualquier noticia, en cualquier encabezado, en cualquier pie de foto que no ignore lo urgente, un punto tajante. Muere ح .
muerto no: asesinado. eso explica los temblores y estallidos que nos drenaron la energía aquella noche, las incontables casualties —no por monto sino por combustionada existencia— debido a la bestialidad de la «operación». se extrajo un órgano ¿vital? no quirúrgicamente. se abandonaron edificios enteros a contrarreloj, cual río desbordado fluyendo impaciente hacia el mar. y allí desembocaron miles, durmiendo sobre el malecón. el furor de los fascistas, rumbalarumbalarumbambá, lo descarga su aviación, ay, Carmela, ay, Carmela…
difunto no: mártir.
no me malinterpreten, pongamos los sucesos en contexto cuando el pulso acelerado de una ciudad se detiene, porque se detuvo. cuando el artificio musical nos dejó respirar, nos llenó de una calma engañosa, nos dejó dormir a pesar de la sumada incertidumbre. sensaciones nuevas refugiándonos, buscando calor. salgo del dolor con decisiones que no son impuestas.
compañeras de música, esto no es Playa Girón pero ح también fue hombre de poca niñez. los padres y madres de م y ن y y millones crecieron rescatados por la sombra de un árbol y sus ramas. م y ن y millones crecieron amparados por la sombra del mismo árbol con más y más extensas ramas. y ayer lo talaron. entraron las dos en un estado de negación que me resultó de una ternura infantil, digno de compasión. se les notaba en la cara ese miedo con el que no se sabe hacia dónde, hacia quién mirar. de repente, millones, a puro sol rodeados de concreto, sin sombra y sin «sombra».
dicen que cuando canta el gallo negro es que ya se acaba el día. ayer cantó desentonando. y se acabó el día. eran las seis y media de la tarde y todo tembló y se escucharon cuatro explosiones, a las que sucedieron decenas más hasta la madrugada y la mañana y el mediodía siguientes. tomando en cuenta lo implacable que es la verdad, urge preguntar qué decir. se extrajo un órgano casi vital. que escriban, pues, la historia, su historia. que les dejen llorar. ideologías aparte, se extrajo un órgano y nadie sabe cómo se reestablecerá este pulso ni la música que mantendrá esta naturaleza hoy aún más impredecible.
. las piedras
escribo desde lo que provocó mi propia arritmia. hablo desde un duelo que llega a tocarme sin saber muy bien por qué o sabiendo de sobra su esencia congénita. escribo desde una identidad fragmentada, como la taza de cerámica que pegamos torpemente ن ن y yo esa mañana, faltando trozos, dejándole cicatrices que parecían de bala. desde una identidad basada no en la memoria inculcada, sino en la ausencia de. hablo desde mi búsqueda solitaria en medio de un caos entre quienes me entienden a medias en su lengua natal, con quienes me expreso a medias en un idioma impuesto, pero en medio de una catástrofe absoluta.
esa búsqueda es la misma que me ha llevado a investigar sobre Chicho Sánchez Ferlosio o Issam Hajali o Lluís Llach; o más datos de Playa Girón o de la banda sonora de الغران ليبانو. confieso que me avergüenza caer en el lugar común de buscar información sobre «canciones revolucionarias», y en ello echo en falta nombres femeninos. confieso que me avergüenza que no se me vengan a la mente poetisas que se pronunciaron frente a alguna invasión que no fuera la de su propio cuerpo. habría que ponerle música a los versos de Soha Bechara.
despierto tras no haber dormido para investigar cinco discos y un siglo. cuatro de ellos grabados en clandestinidad, exilio o censurados. algunas de sus portadas resonantes entre sí. especulo sobre resonancias también históricas según cercanías numéricas, hay que entretenerse. tres guerras civiles y cuatro músicos de tres países de tres continentes de un mismo siglo. el hijo de uno de los fundadores de la falange española y coautor del cara al sol, convirtiéndose en canónico cantautor antifranquista. me pregunto qué escribiría Chicho ahora que despertó tanto de un letargo ahora que, rumbo natural, brotan también aterradoras olas, más por jóvenes que por sectarias.
¿cómo sería el cantar que él cantaba ahora que las torturas salieron de las celdas y las cárceles y los interrogatorios, y suceden en calles y entre ruinas y es posible verlas casi en tiempo real pantallitas táctiles y deslizar? volví, de nuevo, a su Gallo Rojo —a esa versión maravillosa de Silvia Pérez Cruz y Raül Refree—, y de un espiral salté a otro. a Ana Damir El Motakallim (أنا ضمير المتكلّم) o casi doce minutos de folk-rock en árabe, mi espiral más duradero, diría enfermizo. me sorprende que lo conozcan tan poco. y traduzco con una lentitud insuperable lo que canta. son versos de Samih el-Qasim, quien nació en Palestina en 1939.
Chicho Sánchez Ferlosio nació en madrid en 1940, españa estrenaba dictadura. quince años después nació Issam Hajali, en Beirut. a diferencia de Chicho, Issam vivió la guerra civil de su país. vivió la guerra, vivió el exilio y vivió el retorno. como solista grabó nada más siete canciones en un cassette que Habibi Funk Records rescató y digitalizó décadas después. las grabó exiliado, en París, en el setenta y siete. al siguiente día volvió a Beirut: la guerra había empezado dos años antes, se extendió hasta el noventa y desde entonces Hajali permanece allí, dicen, vendiendo joyas en el barrio armenio. escuchando otra vez bombas. mientras, Silvio Rodríguez sigue inconforme frente a Cuba y Lluís Llach aún marcha en las calles de Valencia. ¿nos estaremos adaptando como pez fuera del agua?, como auguró F antes de matarse, en una de sus tantas líneas escritas para ningún acorde, revolucionarias para apenas unas cuantas de nosotras.
¿nos estamos adaptando
como pez
fuera del agua?
. los cantes
todo es de color. hay flores que refugian como la música. se llenan de flores las banquetas derruidas por tantas cosas según qué barrio, pero derruidas. existe, rodeándolas, un gris que insiste en quedarse. muros de un gris que no era gris, nubes que nacen grises, cuerpos con el gris impuesto cual lluvia a la intemperie. pero todo es de color. aunque sea una amplia gama de grises. a lado del blanco de las gardenias o el jazmín, el morado de las jacarandas el fucsia de las bugambilias el amarillo de flores que no recuerdo nombrar. el verde bonanza. todo es de color. y el color es una «sensación producida por los rayos luminosos que impresionan».
¿habrá escuchado Informe para Costa Rica Neto Villalobos antes de rodar الغران ليبانو con Mounia Akl, o ha pisado Niño de Elche Palestina? ¿habrá llegado Orobroy a alguna otra diáspora? ¿habrá escuchado Camarón a Feiruz, o al revés? busqué más cosas, y resulta que Lole Montoya llegó a cantar en árabe, y que también en los setenta se grabaron Nuevo día, de ella y Manuel Molina; La leyenda del tiempo, de Camarón de la Isla, y Despegando, de Enrique Morente, por nombrar sólo ejemplos emblemáticos.
toda búsqueda, todo intento de entretenimiento, me conduce al mismo sitio en tanto espiral: a melismas en andaluz, al compás de amalgama, al compás de doce tiempos. me es inevitable desembocar ahí, en el flamenco, pese a la diversidad musical infinita de la que tanto, tanto ignoro, y que tanto me obsesiona. me es inevitable por no perder de vista lo implicado en el flamenco: ritmos voces trazos que fueron contaminándose lentamente, en el sentido más literal de la palabra, hasta parir aquello que contradice a tantas figuras en la historia del género. al flamenco lo parió la impureza, y se cree que la palabra es una posible derivación de los términos árabes falah, que significa campesino, y menkoub, que refiere a una persona desafortuanda, desposeída, afligida.
a las huellas de amazigh, negros, judíos, musulmanes y moriscos, se sumó la diáspora gitana, que ya había recorrido durante más de diez siglos medio mundo. saliendo de la India, los clanes gitanos se asentaron en Oriente Medio, Norte de África y todo europa. parte de esa diáspora convivió directamente, y mucho antes de llegar a la península ibérica, con mundos arabizados. y aunque el imperio español marcara diferencias de clase y raza, y estableciera por orden legal la expulsión o represión de minorías específicas, la música nunca ha sido asunto impermeable. y lo que en el siglo dieciocho empezó a identificarse como flamenco tenía inevitablemente ecos, también, de América. surgieron así los cantes «de ida y vuelta». y a ello se añadieron, se siguen añadiendo, más y más ritmos.
Paco de Lucía y una orquesta grabando en directo el Concierto de Aranjuez. Dorantes de gira con un trío de música turca, después de haber creado un himno en caló. Arcángel cantando con un coro de voces búlgaras, precisamente honrando la fusión en fondo y forma, versionando a Morente, Camarón y la Lole, honrando a Lorca; y el rock inundándolo todo en cualquier lado en el mismo momento. y unos y otras usando un lenguaje aflamencado para nombrar el horror, para atesorar la dignidad y la vida.
escucho bombas pero escucho esas letras. más que nada ni nadie, los flamencos me enseñaron a escuchar con calma. vamo’ a ehcushá. así es como callan los viejos a cualquiera que no parezca saber apreciar el cante. así, con punto final. y entonces hay que callarse, poner atención a cada respiro. escucho bombas y escucho esas voces.
por eso me ha sido inevitable desembocar aquí, en el flamenco como refugio. especialmente en Morente, en su Estrella. dicen que exploraba con una sensibilidad incomparable. si no pisó el Levante Mediterráneo, yo lo llevé. se mudó conmigo. lo reproduje hasta el cansancio. demasiadas horas compitieron nuestras voces con las de otras armas. y la suya se metió muy dentro de mi pecho, entre nubes negras que engañan y acechan, como una fuerza para vivir en este mundo de confusiones, de misiles y de motores.
salí de un país en brasas y su música, como la de Morente, me acompaña. escucho a Hajali y escucho ruidos que me hacen dudar si algo en el cielo transita. esfigmología de mi propia marcha, naturaleza musical resquebrajada y el zumbido de un dron inexistente bordeando ventanas cerradas donde no hace falta abrirlas. escribo ejercitándome para estar lejos. alimento el chat conmigo misma mientras cruzo un puente de hierro sobre el que salté por crujir sus columnas al pasar un coche. me es ya imposible mirar un cielo soberano sin remitirme a los ruidos del que no lo es. e intento acostumbrarme a un lugar donde el pulso mantiene su ritmo lejos de cualquier metástasis.
para .la marcha y .los cantes tomo fragmentos de Canciones de la Resistencia Española (1963), Les seves primeres cançons [Sus primeras canciones] (1968), Días y flores (1975), Mouaasalaat ila Jasad al-Arad / مواصلات إلى جسد الأرض [Viaje al cuerpo de la tierra] (1977), A contratiempo (1978) y Sol naciente (2018). recojo esas canciones y más que me acompañaron en días y noches de estallidos en esta playlist: https://shorturl.at/Py95L
