Enemigos / Susana Iglesias

No tengo enemigos, ataqué lo más cercano: mi corazón. Soledad: ese revólver descargado contra los fantasmas que abrían mi memoria para asesinar una noche salvaje, la caricia perdida, el beso. Silencio. La respiración de bestia adormecida por el desamor. Ni una sola huella de nosotros, nada. Nadie sabe lo que es dolor. Dejé tu vida, me llevé tus culpas. La culpa es un roedor sin paciencia, desgarra sin contemplaciones. Me quedan dos cigarros, aparco el auto al ver una tienda en la carretera. Los seres humanos somos capaces de recordar años inútiles, detalles miserables y pequeños que nos torturan hasta el delirio de la ausencia. No son reales, nunca concretos, siempre vagos, ¿quién va a fijarse en las palabras de despedida que escupió nuestro traidor? Ese que dejó de amarnos. Resplandecías sonriéndole al futuro mientras subía la maleta a mi auto. «Lo superarás. ¿Qué importan los recuerdos? No conozco a nadie que viva o se muera de ellos». Mis cigarros me entienden, no se apagan, destapo el celofán, deslizo el hilo de seguridad, el cigarro en mis labios. Solo en la noche, imagino que tengo el último Lucky Strike de la ciudad, se acerca.
—¿Tienes una especie de mafia? ¿Eres un mafioso que amaga a todos los tenderos diciéndoles que nada de Lucky Strike en tu barrio? No me molesta manejar, podría manejar tu auto. Detesto hablar sobre mí, contigo es diferente, somos dos extraños.
—No valgo la pena. Soy un viejo armazón de huesos heridos de la bala del amor.
—Me dedico a buscar recuerdos.
—Doloroso, detestable.
—Nada de eso, me dedico a buscarlos sin entrometerme demasiado.
—Cruzaré la frontera, mañana estaré en California haciendo surf.
—Falta una semana, vagarás conmigo una semana.
—¿Estás segura de que en una semana estaré contigo mirando un cadáver y buscando recuerdos?
—¿Qué cadáver?
—El del amor.
—Quizás.
 —¿Crees que mi asesina tenga sentimientos nobles?
—No, las personas que aman han perdido todo desde su primer amor, han perdido límites, cuando pierdes los límites todo parece fácil, pierdes todo rasgo de autocontrol, convirtiéndote en una bestia furiosa, ni las bestias son así, matan por su naturaleza salvaje. El hombre lleva miles de años en proceso de domesticación. Nos acercamos a convertirnos en un montón de huesos insensibles dentro de poco.
—¿Sabes por qué me gusta huir?
—Sí.
—¿Por qué?
—En algún momento perdiste a alguien violentamente, deseas encontrar algo en alguna de esas lunáticas sueltas en las tiendas de carretera.
—¿Cómo lo sabes?
—Tus ojos están apagados. ¿Te gusta mi gorrión rojo? Es risueño, es fiebre, vibra.
Un tatuaje en el antebrazo. El asesino amoroso mata una sola especie: al abandonado y decepcionado. Nunca me había enfrentado a una boca tan apeteciblemente filosa. Corazón mutilado hermosamente. Los que aman mutilan hasta el final. Tomé su cabello entre mis dedos, a punto de encender mi muerte en aquellos labios algo me hizo retroceder, era tarde, desgracia, amor, un beso, la atadura del idiota atormentado con su eterna vida de auto-stop.

 

 

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