Hernán Bravo Varela (Ciudad de México, 1979). Uno de sus libros más recientes es Malversaciones: sobre poesía, literatura y otros fraudes (Almadía, 2019).
En una tarde lluviosa —casi no recuerdo nada más— alcé de pronto el índice, lo deslicé en la ventana y escribí mi año de muerte como dejando una pátina de transparencia en aquella ventana tan empañada. Tendría unos ochos años y las cosas no muy claras, así que guardé el secreto para cuando la amenaza pudiera o no comprobar el número que afirmaba. Aún estoy lejos del plazo que me puse, pero cada vez que comienza a llover me repito hacia la infancia, en una voz que podría calificarse de baja si no fuera porque el mundo es, básicamente, agua: «Que no haya, que no sea, que no sea, que no haya». Y, aunque parezca mentira o conjuro, lo que pasa es una lluvia distinta y una distinta ventana. Para mayores informes, esperemos a mañana. Miremos, mejor, la lluvia sin darle tanta importancia al hecho de que morir es, a futuro, una lástima y, a menudo, una creencia poco revolucionaria donde se une el destino (tal vez alguna ambulancia) con no saber respirar —y algo de matemáticas.