¿No fuimos acaso
peces del aire y del humo?
¿una doble luz
en la aleta del manantial?
Fuimos ramas de un manglar
delfines
en el agua encadenada a la pared
mantarrayas
en la joroba de una fuente termal
y el axolote
en el espejo de la piedra
Fuimos tú y yo
el brazo rojo de la tarde
Yo te miraba nadar
y volabas sobre un cielo
que alguien abandonó en ese gran hoyo de azulejos
«algún cazador de nubes» (me dijiste)
Recuerda a la muchacha que atendiste
en los baños de Agua Caliente:
se desangraba por un aborto
Te buscaba por todos los ojos de agua
te extrañaba en la piscina de lluvia
donde los niños eran pequeñas nubes
y de sus caras caían dientes de ternura
Te abalanzabas sobre el nadador cansado
y lo arrastrabas a la orilla
Esas tardes luminosas y nubladas de verano
sacudías de sudor y frescura tu traje de baño Arena
te juntabas conmigo bajo el chorro de agua
partíamos con nuestra lista de heridos y rescates
abrazados
tundidos a besos
camino a la ciudad
En los balnearios del bosque
nos gustaba oír cómo el trueno
golpeaba los cántaros del arco iris
El cielo cruzaba sus piernas blancas
¿Te acuerdas de los pies
del relámpago?
El salvavidas con su silbato
perforaba las orejas del aire
ordenaba a los bañistas salir del agua
Llovía
y nuestros cuerpos sobre los pinos húmedos
se hundían en el respiro complaciente
de la montaña
Verde
como el color de Dios