Elegías de vida y ruptura

Luis Jorge Aguilera

(Guadalajara, 1989). Su última publicación es San Juan de la Cruz en México. Apuntes para su recepción lírica en la poesía  mexicana (Universidad de Guadalajara, 2020).

Que el medio sea el mensaje; mejor, que medio y mensaje se contaminen, dialoguen, se reflejen o se contengan, aparece como exploración latente en El reino de lo no lineal, de Elisa Díaz Castelo, premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020.

El vértigo de las estructuras disipativas, tanto las descritas por Clara Janés como por Ilya Prigogine y las de este libro, abisma en la iteración de las recíprocas posibilidades de configuración entre medio y mensaje como expresión unitaria. Caos progresivo. De la misma manera en que los genes retienen algunas características que sólo expresan bajo determinados contextos ambientales, la voz lírica de Elisa Díaz crea el ambiente, el medio líquido en el que la polifonía de las experiencias cercanas a la muerte, el más definitivo contenido potencial en todos, puedan decir sus idas y vueltas.

Movimiento

a Christian Uetz

El ángel también sufre.
Ante el límite se le velan 
[los ojos
Y cuando besa desaparece
En una transparencia
Amorosa y asustadiza
Dejando en el aire
La irradiante rueda
Que dice:
     
S O L O S

 [Con un onirama de Sarantis Antíocos]

Vuelta y después Ida. Vuelta entre lázaros y humorísticos ensayos lexicográficos en los que se balbucen astutas definiciones del sustantivo «vida»: «biopoiesis: éramos pocos y parió la abuela: coloquial: o bien: biogénesis: ver Anaxágoras: teoría de la panspermia» (p. 31). Sintaxis inútil del desorden. 

La solidaridad entre medio y mensaje se verifica también en la destreza aglutinante del sustantivo Orfelia, parasíntesis productiva semánticamente en tanto que despliega tres posibilidades de sentido nominal consistentes con el mundo lírico mítico de El reino de lo no lineal. Primero, lo que literalmente es orfelia, un género de mosca de la familia de las keroplatidae. Segundo, Ofelia, que da nombre al personaje de William Shakespeare en Hamlet y luego al síndrome freudiano de la psicopatía tanática por el agua. Como en la dramática muerte de Ofelia, terca en su vida anfibia, en El reino de lo no lineal el agua es el agente de la muerte de esos Lázaros. El agua ahoga por igual en su vastedad oceánica o contenida en una limitada red de cristal que la estrangula marchitando el tropo de la espuma en la garganta:

v

Fui a la cocina por un vaso de agua. Sucedió entonces. 
Lo último que recuerdo 
es el sonido del vidrio contra el piso. 
No sé si desperté, si sigo vivo. Soy mi propio colofón 
de huesos y rutina. Me morí y sostenía en la mano 
un simple vaso de agua. Somos, a fin de cuentas, todo
lo que dejamos caer. 
(p. 24).

El tercer sentido que interviene en la composición morfológica de Orfelia es el nombre de Orfeo. El vate tracio es invocado no en los poemas de vuelta sino en los que recorren la ida, esos poemas que precisamente lirizan los plurales descensos al infierno vividos durante una ruptura amorosa. Plurales en tanto que aguardan ahí, mientras leemos a Virgilio, escogemos fruta en el mercado o limpiamos el clóset. Súbitas, persefónicas caídas desde la insospechada altura de lo cotidiano. 

Mediante la curiosidad y la fe, Elisa Díaz se encuentra en las verdades provisionales del discurso científico. Una elocuente muestra de esto es el poema «Credo», publicado en Principia (2018), primer libro de la poeta:

Creí fervientemente en el átomo indivisible; 
ahora creo que puede romperse y creo en los [electrones y protones, 
en neutrones imparciales y hasta en quarks. 
Creo, porque hay pruebas 
(que nunca llegaré a entender), 
en cosas tan improbables e ilógicas 
como la existencia de Dios. 
(p. 37).

Ciencia, creencia y asuntos del corazón son imbricados correlatos, una lengua indisociable en la poesía de Elisa Díaz Castelo. El registro de la fe habla de la ciencia y el registro de la ciencia habla de otras cosas. En «Orfelia encuentra la garantía del refrigerador», canto elegíaco, el refrigerador, ese artefacto diseñado para ralentizar la descomposición «detener, / humildemente, el tiempo» (p. 58), metaforiza la fantasía de lo eterno en los amantes. Los instantes esquivos a la duración. En el poema, en absoluto lineal, el dolor ocasionado por el duelo de la ruptura amorosa, insisto, súbito descenso al infierno «Con su luz de inframundo / alumbra el insomnio de tu hambre» (p. 58); la metáfora es del orden de la intuida necesaria movilidad contra el estatismo en la relación de pareja:

Es eso. El hambre 
que se renueva. El mundo 
que insiste. Sus bacterias. Mientras tanto 
nuestro refrigerador en tu cocina 
desherbra el aire con su quejido luctuoso, 
sigue cantándoles a las cosas que guarda adentro: 
quédate, quédate así, no cambies nunca.
(p. 59).

Bibliografía

Elisa Díaz Castelo, El reino de lo no lineal, Fondo de Cultura Económica, México, 2020.

—«Credo», Revista de la Universidad de México, diciembre de 2018.

Clara Janés, Estructuras disipativas, Tusquets, Barcelona, 2017.

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