Preparatoria de Tonalá / 2013B
Cuando crees en la verdadera soledad te das cuenta de que aunque tengas pareja, amigos muy unidos, esa persona “especial”, finalmente te encuentras solo.
Sólo un hombre encontró aquello que lo hacía sentir completo:
La Luna…
La encontró un día solitario, ocurrió por azar… se encontraba perdido en un bosque y justo cuando miró hacia el cielo la vio: la maravilla celeste.
Encontró en ella una amiga, un escucha; tenía alguien que lo entendía.
Fue un tonto, se enamoró de aquello que aparentemente lo escuchaba, callada, plena, bella.
Él malinterpretó su seriedad, creyó que lo amaba.
Utilizando sus fondos de ahorro, recolectados a través de los años, consiguió una cápsula espacial. Era un matemático obsesionado con los números, era un amante apasionado, modificando las leyes físicas a su antojo –por el uso que le dio a los “números”– logró salir del globo terráqueo, salió al exterior y navegó a través de la espesura espacial, del cosmos.
Observó que sus métodos eran efectivos para “llegar a la Luna”, la conquistaba cada vez que charlaba con ella.
Era suya, era su “doncella divina”, hacía saltar su corazón, le ocasionaba arritmia a su “puño bombeador de sangre”.
Sintió que su vida estaba plena… Llegó al desenlace, al borde de su vaso, y justo al final, debido a un ataque de amor irracional, salió de la cápsula y su ser explotó…
Llegó.
Se fundió en la inmensidad del espacio exterior.