El rectángulo de los recuerdos / Sharon Marilyn Navarro Sandoval

Preparatoria 12

Sentada en esta silla de madera que por el tiempo ya rechina, tomo una taza de café, sola, aburrida y buscando que hacer.
     Miro a mi derecha, a mi izquierda  y… todo está tan calmado, tan vacío.
     En la televisión no hay nada interesante, lo mismo de siempre: novelas que siguen y siguen, novelas con problemáticas exageradas, las mismas historias cursis con final predecible; caricaturas, las mismas caricaturas, las caricaturas de siempre, simples dibujos sin gran sentido, con historias ficticias y sarcásticas; películas, las mismas películas que dan una y otra vez, las películas que ya me he cansado de ver; anuncios y más anuncios, anuncios que pasan el 90% del tiempo, anuncios que nos atacan inconscientemente para hacernos comprar un producto innecesario; lo mismo de siempre. Apago la televisión, observo a mi alrededor y algo logra captar mi atención, debajo de la mesa hay una forma rectangular, casi del grosor de mi dedo índice, la tomo y la abro; de pronto me sumerjo en un mundo de cuadros, y al mirar las primeras fotos los recuerdos emergen y, como si viviera las imágenes en esos precisos momentos, la película de mi vida pasa frente a mis ojos.
     Al ir cambiando cada una de las páginas, se desvanecen los rostros de personas que alguna vez formaron parte de mi vida. Vienen a mi mente los recuerdos de mi niñez y una que otra lágrima resbala por mis mejillas.
     Imagino voces, de los personajes que forman parte de la historia de toda una vida encerrada en un recuadro: “¡Estas son las mañanitas que cantaba el rey David…!”, “Quiero dar un brindis por esta feliz pareja -¡salud!”…
     Cumpleaños, fiestas, reuniones, momentos felices, tristes, importantes; personas, familia, amigos, mascotas que se han ido de mi lado, algunas por lejanía y otras por culpa del destino. Sonrío y lloro al mismo tiempo, duplicando las lágrimas y sonrisas y triplicando la tristeza y felicidad.
     Cambio una última vez la única página que queda, me doy cuenta de que las fotos han terminado. El álbum se ha cerrado. Doy el último sorbo a mi tibio café, mientras seco con mis manos las lágrimas que han brotado de mis ojos.

 

 

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