Un dios desconocido, «El torbellino»,
nos espera en la rampa de los taxis
del aeropuerto. Cuando llueve así
es que todo ha terminado,
recita el dios y baja la ventana
para tocarnos el rostro,
a nosotros que vamos juntos,
nubes por delante y la tierra.
Padre sigue la bruma señalada
por madre en los cabellos de un poeta
sin terminar.
Quiero,
mañana, que me expliques
cómo es avanzar
bajo-bajo tierra
y encontrar de pronto, aún más abajo,
el techo de música del río.
Nada de puentes hoy. Pues ha llovido, llueve
un inspirado apocalipsis.