Preparatoria de Tonalá / 2012B
Había una vez un pequeño niño llamado Brand, quien a sus seis años de vida jamás había probado las frutas, pues sus hermanos mayores le decían que comer frutas era malo, dejaba a los niños enanos y les quitaba fuerzas. Él creció con ese miedo y, por más que su madre le rogaba que comiera, jamás obedecía, hasta que cierta tarde, se preguntó por qué si sus padres comían frutas no estaban enanos y débiles. Tras hacerse esa pregunta se encaminó a la cocina, se detuvo un momento frente al platón de fruta que había sobre la mesa, dudando entre comer o no, pues él no quería ser un enano y mucho menos un debilucho, pero le llamaba tanto la atención la variedad de colores y aromas que vaciló unas cinco veces antes de tomar una manzana y morderla. Cuando al fin la mordió, ¡le encantó! Luego tomó una mandarina, pero tuvo que quitarle la cáscara para poder comerla, el olor de esta fruta era mucho más concentrado, pero no por eso la manzana dejó de ser la más rica. Probó cada una de las frutas que estaban ahí, maravillándose y lamentando no haber comido fruta antes. Ahora Brand come frutas cada día y a todas horas y hasta se ha puesto más alto y fuerte que los blandengues de sus hermanos.