El demonio y el vampiro / María Fernanda Soria

Preparatoria Regional de Lagos de Moreno / 2013 B

¿Quién iba a decirlo? Griselda es un vampiro que anhela poder tener el control; siempre fue así, ansiosa de control.
Hace algunos días, fue brutalmente atacada por su vampiro creador, Lucius. Ella le teme desde entonces.
     Él la utiliza y la manipula todo el tiempo.
     Griselda quiere tener el control de sí misma. Lucius la quiere poseer, la quiere para él, sólo para él.
     Ha caído una noche fría en un octubre solitario. Griselda camina sin rumbo fijo. Huye de la humanidad, de Lucius, de todos…
     Camina por las calles solitarias de Luxemburgo, la han hecho pensar en todo lo que hizo en su vida pasada, en sus amigos, en quienes ella solía confiar. Ahora sólo son ella y Lucius. Lo único que quiere es volver a sentir ese calor humano y puro, pero no puede… es un vampiro.
     Ha llegado a un parque oscuro, donde la luz es débil, ha tomado la decisión de terminar su camino allí. Está muerta por dentro, no puede soportarlo.
     Tiene un nudo en la garganta casi indescriptible, tiene sed, sed de amor y de sangre.
     Al final del parque, hay un joven totalmente vestido de negro, ella lo ignora por un momento y se sienta a su lado.
     El hombre misterioso cubre su cara con un sombrero, mira hacia abajo, como si nada tuviera sentido para él.
     Griselda mira a su alrededor, no hay nadie, sólo ella y el joven misterioso. Quiere hablarle, pero no se atreve.
     Cuando Griselda está a punto de marcharse, la mano del joven toma su mano.
     –No te muevas –le susurra cerca del oído.
     Ella voltea a mirarlo, sus ojos grises la tienen hechizada. Vuelve a tomar asiento.
     La mano del joven de ojos grises sube poco a poco desde su mano hasta su hombro, de su hombro a su cuello, de su cuello a su boca.
     Está perdida en su mirada, su mano es cálida y puede sentirla. Griselda se acerca al joven, él hace lo mismo.
     –No te muevas –le susurra pegado a su boca. Griselda asiente con la cabeza.
     El joven acerca más sus labios a los suyos. Griselda siente una sed incontrolable, mientras se deja llevar por el calor de sus apasionados besos. Ella se aparta un poco y dirige su boca hacia su cálido cuello, comienza a succionar toda su sangre.
     En cuestión de segundos, la sangre del chico de ojos grises le quema por dentro, ¿qué está pasando?
     Griselda se aparta bruscamente. No puede más. Todo su cuerpo arde. Observa nuevamente al joven por un nanosegundo, él la vuelve a besar      bruscamente, su lengua invade su boca, ella gime de placer.
     Por primera vez siente calor, mucho calor, ella se sujeta del cabello del joven misterioso, sus apasionados besos la tienen sin aliento. Ella quiere continuar, pero se siente débil.
     Griselda se aparta con los ojos cerrados, casi sin aliento. El chico de ojos grises ha desaparecido, ella lo busca por todo el parque, siente que la sangre la quema por dentro, ¿por qué?
     Vuelve a la misma banca y siente que la temperatura de su cuerpo y la de la fría noche choca entre sí. El calor de su cuerpo la va consumiendo y es ahí cuando comprende todo.
     El chico de ojos grises es un demonio, le ha arrancado su fría y oscura alma, no puede más, comienza a acostarse en la banca.
     Vaya juego en el que se metió Griselda, ¿quién lo iba a decir? Ese beso la marcó para siempre, aunque ya no pueda vivir para contarlo.

 

 

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