El cuento del loco / Alba Huerta

Preparatoria 11

Se cuenta que una vez, en una cuidad tal vez lejana, tal vez cercana, nació un niño al que llamaron Free. Este niño creció como cualquier otro hubiese crecido en esa ciudad, pero cuando llegó a la tan temida edad en la que se comienza a tomar responsabilidades y decisiones, resultó ser diferente de todos y cada uno de los habitantes de su ciudad. Él no hablaba de lo que siempre se habla, no hacía lo que siempre se hace, sino que se la pasaba caminando por toda la ciudad, siempre con una libreta en la mano y un sombrero de copa puesto sobre la cabeza. Su madre, preocupada por la situación, llevó a su amado hijo de ya casi veinte años con un sabio que vivía en la montaña más alta del mundo.
    –Sabio, por favor, ayúdeme, mi hijo no es normal, mi hijo es muy extraño, mi hijo es diferente.
    El sabio, a manera de respuesta, le pidió a la madre que llevase al hijo a vivir con él, para de esta manera identificar lo que le ocurría al muchacho y que tenía tan desconcertada a su madre. Y ella así lo hizo.  
    Todos en la ciudad hablaban de Free, decían “Está loco”. El sabio decidió juzgar por sí mismo. El día que lo conoció, se dio cuenta de que no tenía ninguna enfermedad que no le permitiese ser “normal”, aunque había algo en él que no tenía cualquiera, pero el sabio no sabía lo que era.
    Free andaba siempre caminando de un lado para otro, haciendo sus anotaciones acostumbradas, sólo emitía palabra cuando era extremadamente necesario hacerlo. Nunca se quitaba su sombrero de copa; dormía, comía y se bañaba con él. El sabio no hacía ningún comentario, sólo observaba.
    Pasaron los días y el sabio no descubría nada, todo era, dentro de lo que cabe, normal en Free, pero lo que sí lo inquietó y llenó de curiosidad fue aquello que escribía en su libreta, así que pasó día y noche tratando de que Free se descuidara y él pudiera leer todo lo que estaba escrito en la libreta, pero no conseguía nada.
    El sabio comenzó a perder fama de ser sabio, ya que no lograba resolver aquel enigma que tenía tan pasmados a unos como tan indiferentes a otros. Estaba a punto de darse por vencido, cuando de pronto ocurrió que una noche, mientras él y Free cenaban caldo de gaviota, Free dijo lo siguiente:
    –Todos dicen que yo estoy loco, y yo creo que tienen toda la razón, pero lo que no saben ellos es que usted también es un loco.
    Esas palabras dejaron boquiabierto al sabio, quien trató de encontrar algo que decir, pero no halló nada. Se produjo un largo silencio, como el acostumbrado, sólo que esta vez había un motivo. El sabio sólo pudo mirar a Free y a su tan maltratado sombrero de copa; lo extraño en aquel muchacho, en comparación con  los demás días, era que esta vez se le veía con una gran sonrisa en el rostro, no una sonrisa burlona sino una sonrisa que simplemente indicaba una gran felicidad. El sabio no sabía la razón de aquella felicidad reflejada en el rostro de Free, pero aquellas palabras sirvieron para que no se diera por vencido y continuara observando a Free.
    Pasaron varios meses y en algún momento el sabio se olvidó por completo de su cometido y comenzó a interesarse por el muchacho por una razón diferente: ahora él se había encariñado, y aunque no se podría decir que ambos interactuaban o se conocían de maravilla, sí se podría afirmar con certeza que el cariño era mutuo y que el sabio ya no veía a Free como un sujeto de estudio, sino como un compañero, o incluso como un amigo.
    Una mañana el sabio llamó a la puerta del cuarto de Free, como acostumbraba hacerlo para ofrecerle el desayuno, pero Free no respondió. Tocó una y otra vez, pero nunca se oyó respuesta. Algo preocupado, decidió entrar al cuarto y se encontró a Free profundamente dormido, en tan profundo sueño se encontraba Free que nunca más despertó. Nadie encontró respuesta para aquello y al siguiente día se lloró amargamente su muerte, mientras sus pocos familiares y conocidos lo contemplaban con suma tristeza, vestido con un conjunto deslavado y gastado de manta (su ropa favorita) y el sombrero de copa aún sobre su cabeza .
    Cuando había pasado el luto, el sabio decidió recoger las cosas de Free y entregárselas a su apesadumbrada madre; entre ellas encontró aquel cuaderno al que tantas horas le había dedicado Free. Dudó en leer o no todo lo escrito ahí. De la libreta cayeron una nota y una carta; la nota decía lo siguiente:

Si desea leer hágalo, no hay fuerza que se lo impida el día de hoy,
así como tampoco hubo  fuerza que se lo impidiera antes.

    Sin pensarlo dos veces, el sabio se dispuso a leer la carta:

Todos aquí dicen que estoy loco, pero todos los que hayamos nacido o nacerán en este mundo son locos; es imposible que se encuentre a algún ser vivo idéntico a otro, y si ellos llaman “estar “loco” a ser diferente, entonces ese término se lo atribuyen a cada uno de nosotros.
    En mi vida yo fui un loco a mi manera, un loco que decidió que un sombrero de copa era perfecto para guardar cualquier clase de cosas sin que nadie se percatara de ello, un loco que decidió no hablar porque un día se dio cuenta de que así como las palabras hacen felices a algunos, también hacen que otros se entristezcan. Si al decir algo me arriesgaba a que los que me escuchaban derramaran lágrimas, mejor no decía nada, porque nadie merece que lo hagan llorar, así como nadie debe tener el privilegio de hacer llorar.
    En esta vida tuve la suerte de conocer a dos personas a las cuales aprecio mucho; una de ellas era mi madre, la cual siempre veló y se preocupó por mí, y la otra es el sabio con el que ahora vivo, que fue el único que no me juzgó y dedicó tantas horas a mi estudio, sólo para quitarle a mi madre esa angustia tan grande que yo le provoqué. Pido perdón por ello.
    También en mi vida descubrí muchas cosas, entre ellas una gran variedad de sentimientos, que desde mi punto de vista hacen que exista el ser humano.
    Sé que un día moriré, no sé cuándo, no sé en dónde, lo que sí sé es que el día o el lugar en el que muera no importa, porque moriré feliz pues tuve la oportunidad de vivir y de conocer a mucha, pero mucha gente loca, y si tuviera que pedir un deseo pediría que nunca exista alguien que no sea loco o “normal”, ya que el estar loco permite ser un individuo y no una cosa.
    Atentamente: Free.

 

 

Comparte este texto: