I
¿Qué derrama el alba?
Sucede que ya ando ciego del corazón.
Las quejas paridas por mis sombras se postran en las calles
y las momias las arrastran a la luz de la tentación.
He caminado demasiado desnudo con la sonrisa
desdoblada bajo los brazos.
He visto a un Ángel
en la estación del metro Balderas
con sus ojos de tierra prometida,
es cojo y manco,
su rostro es un cebo ardiente que asa el pecado del hombre.
Sus cabellos
son los ruidos melancólicos
que fermentan la ciudad
para que el hombre sepa
que existen otros rostros fuera de su imagen y semejanza.
En ocasiones,
el Ángel es un dolor agudo que penetra en las venas del hombre
para que los demonios lloren
cuando sepan que también hay Ángeles
para los muertos que piensan que aún viven por las avenidas del caos.
II
He caminado demasiado desnudo
con mi zapato descalzo en este juguete de tren
soportando las miradas lujuriosas de muchas estatuas
que cargan a cuestas sus heridas rotas por un cuchillo.
He transitado siete vagones con los ojos cerrados,
con un Ángel dormido entre la ropa,
en ocasiones se incrusta en mi sonrisa,
en mi cachete
o en mi boca.