Disidencia

Javier Velázquez Ayala

Ciudad de México, 1959. Fue ganador del primer premio de Atragante de Letras Pecados Capitales (de la UNAM) con el poema «Golosinas».

me dio a morder su seno,
y el cristal me cortó la boca.

Poética, Gilberto Owen

Se graduó de ángel de la guarda
como lo señalan los cánones celestes:
un par de alas grandes y blancas
y una aureola radiante y dorada.
Advirtió un pequeño detalle:
no entendía bien claro
el significado de su investidura.

Su primera misión fue un niño
más delgadito que su sombra
y el hambre comiéndole los huesos.
Y guardar... ¿qué cosa? —se preguntó.
Oyó, por primera vez, el sonido de la muerte.
Solidario, regresó al cielo
con el pellejo pegado al esqueleto.

Llegó después a la selva.
Conoció de cerca la guerrilla.
Se convirtió en la sombra de un hombre
que escondía su cara de dios antiguo
detrás de un pasamontañas.
Una incursión militar le presentó al ángel
y viva y en todo su horror, a la muerte.
Antes de rendir su informe,
sin concederle el beneficio de la duda,
lo confinaron.
Dicen que lo oyeron,
escondido entre las nubes,
entonar canciones de protesta.

Ya ha tiempo que no se sabe de él.
Su nombre fue borrado del santoral.
¡Insubordinación le llamaron a su pecado!
Informes no fidedignos delatan su condición mortal,
despojado ya de sus divisas de ángel.

Lenguas viperinas afirman que lo vieron
amarrado a la cintura de una mujer,
besando sus cicatrices una a una,
pescando sus lunares como estrellas
en el cielo de su piel constelada.
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