Mi primera computadora tenía un procesador i386
a 40 mhz, con 4 mb de ram y un disco duro de 170 mb.
El monitor era de 14 pulgadas, en color hueso
igual que el gabinete.
Recuerdo cuando mi papá y yo la sacamos de la caja. Era
como desempacar una nave espacial en miniatura. Un gran momento
para ambos.
También puedo recordar con claridad
lo que esperaba de ella: escribir delfines
y que todo lo referente a los delfines
(qué comen, cómo se reproducen, cuántas especies existen)
se desplegara ante mis ojos. Esperaba magia.
En cambio, al encenderla apareció una pantalla negra
con letras blancas (que siempre me ha hecho
pensar en el espacio exterior):
C: \>
Escribí delfines
y lo único que obtuve fue saber
que «“delfines” no se reconoce como un comando interno o externo,
programa o archivo por lotes ejecutable ».
Fue muy decepcionante
(como si un ovni
aterrizara en tu jardín y del interior
bajaran vacas con la misma cara de idiotas
que las vacas terrestres).
La tuvimos un par de años.
Con el tiempo me acostumbré a su falta de magia
(a final de cuentas
que una vaca salga de un ovni tiene su encanto).
Ahora la recuerdo
casi con amor.