De serpiente a humano / Monserrat Rodríguez Álvarez

Preparatoria 11

Cada mañana despierto y veo a la persona que me va a dar de comer en la jaula con una sonrisa en el rostro, como todos los días.

Sí, en ocasiones me gustaría ser como ella: con piernas, alta, con grandes ojos cafés y un largo cabello ondulado color castaño; y no tener estos colmillos tan largos ni arrastrarme de un lugar a otro ni tener este cascabel que me delata cada vez que me acerco a una persona.

Día a día fui queriendo más la vida de Sarah. Pero no siempre fue así, antes era feliz en la tienda de mascotas. Todo cambió cuando me compró.

Parecía que su vida era muy sencilla y normal, pero no lo era, y ya verán por qué.

Ella tenía una vida normal: novio, amigos, buenas calificaciones, buena relación con sus padres y maestros, y eso era lo que quería de Sarah. Lo deseé tanto que ya lo comenzaba a creer, actuaba como ella para simularlo.

Un día, mis colmillos se empezaron a encoger y mi lengua ya no era como antes, ya no era puntiaguda ni hacía ese sonido al salir de mi boca.

Poco tiempo después me di cuenta de que mi piel ya no tenía escamas, que ya no era de color verde bandera; tenía la piel blanca, algo parecida a la de Sarah, y cuando digo “algo parecida a la de Sarah” me refiero a que tenia piel de humana: lisa y suave como la de ella. Una mañana desperté y mi cascabel tenia forma de dos piernas humanas. Claro, éstas tenían pies. De la mitad de mi torso me empezaron a crecer brazos y, al término de éstos, manos.  

En la noche mi rostro tenía ya la nariz de Sarah, tan finita: mis labios eran gruesos, idénticos a los de ella, y mis ojos se tornaron grandes y cafés. Mi transformación estaba casi completa.

A la mañana siguiente tenía senos de esos que tienen las mujeres, que las identifican. Por la tarde ya tenía un cabello ondulado largo y castaño.

Cuando mi transformación estuvo completa se rompió la jaula de cristal, pero yo estaba desnuda, así que tomé algo de ropa del armario. Al darme cuenta de que  Sarah me observaba, quedé paralizada, sin poder decir nada para defenderme. Pero ella cayó desmayada y yo aproveché para salir de su habitación y evitar a sus padres, que se encontraban en la sala.

Me mantuve oculta varios días en la cochera, ya que no sabía qué hacer y por más que yo intentaba revertir mi transformación no lo logré, así que se me ocurrió borrar del mapa a la verdadera Sarah.

Estuve planeando por días cómo iba a hacerlo, hasta que me di cuenta de que el veneno de mis colmillos volvía a ellos. Así que cuando estuviera sola la mordería y  podría tomar su lugar.

Cuando llegó la hora me preparé y esperé a que sus padres se fueran a dormir, subí sigilosamente y entré en la habitación de Sarah, que por un tiempo fue mi hogar.

Ella se encontraba en su cama, dormida, parecía un ángel, como alguna vez lo dijeron sus padres por la noche, cuando yo era una serpiente; pero eso no me detuvo para morderla en el cuello y eliminarla de una vez por todas y así quedarme con lo que tanto tiempo había deseado.

Murió a los pocos segundos, así que no sufrió demasiado, sólo por la mordida. Después la alcé de la cama y la llevé al jardín, cavé lo más profundo que pude,  la arrojé al agujero y lo cubrí de tierra; ahí quedó sepultada.

Pero esto no termina ahí, yo me quedé con su vida, entonces me di cuenta de que mi vida de mascota no era tan mala. Ya sé, aprendí la lección: no todo es lo que parece, me he convertido en una adolescente con problemas que ni míos son.

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