Confusión / María Jennifer Flores Zambranoa

Preparatoria de Tonalá

–¿Recuerdas aquel celular que me prestaste para, según yo, comprobar una mentira que dije?
—Sí.
—Pues lo perdí
— ¿Qué?
— Se me cayó al agua y ya no se pudo arreglar, así que tuve que vender el mío y muchas pertenencias más para poder comprarte uno igual; me quedé sólo con mi estufa y mi cama, y desde entonces no me he podido recuperar económicamente.
— ¿Pero por qué nunca me lo dijiste? ¿Y cómo le hiciste para recuperar todo lo que tenía en él?
—Fui con cada una de las personas que tenías en tu agenda, para guardar sus números. Recuperar las fotos fue algo extremadamente difícil, busqué algunas en Facebook, otras las tomé de otros celulares y demás. Así pasé días tratando de recuperar tus datos, hasta que quedé en la ruina.
— ¿Y ahora me culpas de tu irresponsabilidad? Estás equivocada, además el celular yo te lo regalé…
— ¿Cómo?
 —Ese día te fuiste tan rápido  que ni siquiera me escuchaste, te grite una y otra vez para que regresaras: “¡Te regalo el celular, acabo de comprar otro, ya no lo necesitó!”. Grité y grité hasta que te vi doblar la esquina.
—Pero yo no te escuché, o más bien tenía tanto miedo de que me descubrieras que creí que tus gritos eran producto de mi imaginación.
—Lo ves, y todo por no decirme la verdad. Ahora quisiera ayudarte a que recuperes todo lo que perdiste, pero no puedo.
— ¿Por qué?
—Gracias a ese teléfono me extorsionaron y todo lo que me quedó fue ese celular. Después me asaltaron y preferí perder el teléfono que mi pobre y humilde vida.

 

 

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