(Puerto de Veracruz, 1970). Hacia días felices simples rastros (Mano Santa, 2020) es su libro de poemas más reciente.
Modestia, sencillez y claridad son algunas de las cualidades con las que Antonio Alatorre dio a conocer su concepto de crítica literaria, muy cercano a la vida y la experiencia de los lectores. En su ensayo «¿Qué es la crítica literaria?», dice que «una parte del enriquecimiento de nuestra lectura se debe a nuestra experiencia vital», incluyendo la que tenemos con la literatura y el arte. A partir de esa afirmación, describe el proceso de hechura del crítico literario y fija su propia localización en ese camino:
Si durante todo este múltiple proceso de enriquecimiento seguimos haciendo explícita nuestra reacción a la obra literaria, si ponemos en palabras (aunque no sean palabras escritas) nuestra apreciación de esa obra, si estimulamos y desarrollamos nuestro hábito crítico, nuestro «instinto» de análisis, en algún momento habremos dejado de ser simples lectores, y quizá alguien diga que somos críticos literarios (y ojalá que buenos críticos literarios). ¿En qué momento? Imposible saberlo, y además no importa. La frontera entre «lector» y «crítico» es invisible. En realidad no existe. En esta frontera (inexistente) es donde yo me veo.
Este texto aparece en el libro Ensayos sobre crítica literaria, publicado originalmente en la colección Lecturas Mexicanas (1993). La edición corregida y aumentada apareció en 2012, bajo el sello de El Colegio de México. Alatorre, en la primera nota al pie, recuerda: «Estas páginas son la “versión escrita” (1973) de una conferencia dada de viva voz el 22 de junio de 1972 en la Librería Universitaria. Era parte de un ciclo llamado “Cómo hacer crítica” (de pintura, de música, de cine, etc.); a mí me tocó “literatura”».
En mi experiencia como profesor de literatura, el ensayo «¿Qué es la crítica literaria?» ha sido clave para que los alumnos comiencen el proceso de hacerse lectores críticos, es decir, que de manera constante pongan en palabras (habladas y escritas) su apreciación de las obras leídas a lo largo de los cursos. Alatorre parte de su sencilla y clara definición personal de literatura, y con esa base, su definición de crítica literaria es en realidad una invitación a leer de manera gozosa y atenta, y a compartir posteriormente las apreciaciones de esa lectura.
«Una obra literaria se puede definir de muchas maneras», reconoce el autor, y luego aclara, desde la primera persona del singular (algo muy importante para él, ya que no quiere imponer su propia definición): «A mí me gusta, por económica, esta definición: una obra literaria es la concreción lingüística (concreción en forma de lenguaje) de una emoción, de una experiencia, de una imaginación, de una actitud ante el mundo, ante los hombres».
Así como un autor ha convertido su experiencia en cuento, poema o novela, así el lector convierte en lenguaje su experiencia de lectura de esas concreciones lingüísticas: «La crítica es la formulación de la experiencia del lector», define Alatorre, y afirma «que todos los lectores podemos hacernos críticos, y que todos los críticos podemos hacernos mejores críticos».
A partir de esta afirmación, invita a leer el cuento «Diles que no me maten», de Juan Rulfo, «para entender mejor lo que va a seguir [que] puede decirse lo mismo en un lenguaje general y abstracto que en un lenguaje particular y concreto, y yo prefiero decididamente la segunda manera», reconoce.
A continuación, el ensayo se expande para abordar el espíritu del ciclo en el que leyó el texto, que bien podría titularse «Cómo hacer crítica de literatura», ya que Alatorre da una serie de instrucciones; pero él no usa esta palabra, ya que no busca imponer nada, sino que más bien invita a la reflexión antes de actuar:
«Desde luego, una cosa que nunca hay que hacer es fingir que nos interesa una obra que nos ha dejado indiferentes», recomienda, y hace otra aclaración: criticar una obra literaria no es criticarla, en el sentido de «meterse con ella». Para Alatorre, «crítica significa “apreciación, valoración, juicio, entendimiento de alguna cosa”». La «crítica adversa» no debe ser una predisposición, pero si sucede «puede ser tan iluminadora como la crítica “favorable” o “entusiasta”».
Después de estas advertencias, el autor despliega los mecanismos de la crítica en acción a partir de una pregunta generadora dirigida al lector: ¿qué es lo que te impresionó del texto? (del cuento de Rulfo, en realidad, pero aquí se puede hacer ya un ejercicio de abstracción para obtener las instrucciones): todos los textos nos impresionan, pero no de la misma manera a todos los lectores.
El texto literario puede impresionar al lector por ser evocación o recreación de un ambiente o de una vivencia del autor; porque se identificará con uno u otro personaje; por su lenguaje eficaz; por el drama; por el cálculo de su estructura; por su espontaneidad… «He enumerado algunas de las posibles reacciones, pero éstas son prácticamente ilimitadas, por la misma razón de que son prácticamente ilimitadas las sensibilidades humanas», expone Alatorre.
En un texto literario, el autor entrega parte de su mundo total (consciente e inconsciente) convertido en lenguaje, que el lector descifra, descodifica, para obtener un mensaje. «La crítica literaria trabaja con ese lenguaje, dice qué es, qué hay detrás de él, qué significa […] Eso es la lectura. Para esa tarea se nos han entregado las obras literarias: para que las leamos. Ahora bien, el crítico literario es un lector que no se guarda para sí mismo su experiencia, sino que la saca fuera, la pone a la luz, la hace explícita, la examina, la analiza, se plantea preguntas acerca de ella», define.
Alatorre afirma que cuando un lector habla sobre las impresiones de un texto que ha leído, «en ese momento ha comenzado la crítica literaria. El camino que viene a continuación puede ser muy largo. Muy largo y muy hermoso» —sobre esta idea, Alatorre concluirá: «Dije que el camino es hermoso: vale la pena emprenderlo. Dije que el camino es largo: razón de más para emprenderlo cuanto antes». Porque la experiencia de la literatura —como la de la música, como la de la pintura—, aunque esté hecha muy a menudo de elementos vitales no precisamente placenteros (sino, por ejemplo, angustiosos), es en sí misma, en cuanto experiencia literaria, un fenómeno placentero. Es placentero sentir más, ahondar más, arrojar nuevas luces, descubrir en la obra lo que la primera lectura, la lectura ingenua, no nos había permitido descubrir aún».
En «¿Qué es la crítica literaria?» Antonio Alatorre deja en la cabeza del lector ideas que van puliéndose en la práctica de la crítica; he aquí algunas de ellas:
«Una parte de la crítica literaria se convierte espontáneamente en ayuda. […] Una parte de la crítica literaria se nutre en el diálogo. […] Otra parte de la crítica literaria está hecha de aprendizaje».
«Un crítico es tanto mejor cuanto más comprensiva o abarcadora es su lectura, cuanto menos unilineal y predeterminada es la dirección de su juicio».
«La literatura es una imagen o proyección de la vida en forma de lenguaje, pero no es lo mismo que la vida: no hay que confundir».
«El crítico literario se enfrenta a sí mismo, trabaja con su propia experiencia, con su propio yo».
«Ninguna crítica literaria (o artística, en general) es objetiva. Toda crítica es subjetiva».
«El crítico está aprendiendo siempre. No se hace de una vez por todas. El verdadero crítico habla desde su experiencia; y, como es natural, la experiencia de las obras literarias (a semejanza de la experiencia de la vida) no tiene límite».
«Una experiencia rica producirá una crítica más profunda. A menudo la crítica más profunda se hace por ello más técnica y complicada, pero no es algo que se siga necesariamente. Puede haber críticas muy serias que se expresan en las palabras más comunes y corrientes».
«Los grandes críticos literarios son tan raros como los grandes creadores, pero en nuestra mano está hacernos mejores críticos».