Ciudad de México, 1990. Su libro más reciente es Glásnost (Juan Malasuerte, 2023).
Considerando que el tema para el actual número de Luvina es la música, decidí tomar una de las sugerencias que el editor me hizo cuando me invitó a empezar a colaborar en este espacio: escribir sobre discos recientes. Más específicamente, algunos aparecidos este año y que me parecen relevantes. Antes de empezar a hablar sobre ellos, no puedo dejar pasar el hecho de que la contienda por lograr el peor disco del año es reñida. Los Kaiser Chiefs, los Libertines, Kings of Leon y los Vaccines sacaron disco en 2024; Bela Fleck incluso sacó dos. Apocalyptica lanzó un disco de covers de Metallica. A24 lanzó un tributo a los Talking Heads para celebrar su apropiación de Stop Making Sense. Al analizar la lista de invitados a dicho tributo, sorprende mucho la ausencia de Jojo Siwa. Sean Ono Lennon insiste en existir. Bon Jovi también sacó un disco nuevo el año pasado. Sin embargo, hay algo aún peor: Rod Stewart y Jools Holland decidieron unir sus fuerzas para entregarnos Swing Fever. Todas estas son verdaderas contribuciones a la estupidez de nuestros tiempos y parecerían justificar el derrotismo con el que se suele hablar sobre la producción musical contemporánea. Hay, sin embargo, nuevos lanzamientos que desmienten esa posición pesimista. A continuación, hablaré sobre cinco de ellos.
Live at Villa Maximus Mykonos – Greg Foat, Sokratis Votskos, Warren Hampshire, Ayo Salawu
Este documento registra algunas presentaciones en vivo del cuarteto liderado por el tecladista de jazz cósmico Greg Foat en la villa que da nombre al álbum (y que también aparece en la portada del mismo). Aunque Foat dirige, los verdaderos puntos altos de las piezas son autoría de Sokratis Votskos, quien la mayor parte del tiempo toca un clarinete bajo y dota a las piezas de una soltura dinámica y arrogante. Este es un disco irregular, no en cuanto a calidad sino en términos genéricos, que comienza con texturas latinas que recuerdan al calypso «St. Thomas» de Sonny Rollins y termina perdido en el cosmicismo de los mejores álbumes de krautrock ambiental.
Diamond Jubilee – Cindy Lee
Diamond Jubilee parece ser la consagración de esta banda, más en términos mediáticos que en términos artísticos: el sonido y las texturas que dominan este álbum ya habían sido desarrollados en producciones anteriores igual de interesantes. La diferencia quizá sea que para esta última producción la banda se enfocó en las piezas pop dejando de lado los pasajes de dark ambient que solían aparecer en otros álbumes suyos. No hay una verdadera diferencia entre la calidad de las piezas que nos habían enrejado anteriormente, aunque el sonido es más pulido: pop hipnagógico, loops pregrabados, melancolía. Para su distribución, la banda optó por el formato físico o la gratuidad: el disco no puede encontrarse en ningún sitio de streaming. Patrick Flegel, la mente detrás de este proyecto, tuvo una recaída física al principio de la gira promocional, cancelando fechas y añadiendo más misterio a este álbum. Este último gran logro del pop hipnagógico quizá sea su mejor momento, lo cual es una buena noticia para los entusiastas del género tras la caída mediática de John Maus y Ariel Pink.
If I Don’t Make It, I Love You – Still House Plants
El rock atraviesa un momento extraño. Aunque algunas bandas siguen llenando estadios, se comienza a considerar un género ya minoritario. Las ventas y las reproducciones también reflejan estas tendencias. Encima de esto, el género no ha podido conservar el aura de legitimidad cultural y artística que se le atribuyó durante sus mejores décadas. Esta angustia agónica es palpable en este álbum del trío londinense: su aproximación al género es un tanto timorata. En las canciones de If I Don’t Make It, I Love You están presentes el art punk de las bandas de Rowland S. Howard, Jesus Lizard o Slint (ya sé que Slint no es necesariamente art punk pero estoy intentando evitar descripciones más largas) y se percibe un interés estudioso por algunos álbumes clásicos como Spiderland, To Bring You My Love, o Daydream Nation. Es también perceptible el temor de que se les reconozca como un conjunto demasiado «roquero» en un momento en el que el género atraviesa su ya mencionada crisis. La antimonumentalidad parece más un temor a cierta desmesura, a la identificación y exploración de sus influencias, que un verdadero statement artístico. Si dejamos de lado todas estas consideraciones, negativas pero necesarias, tenemos uno de los discos más interesantes del año.
Insurrection – Alan Vega
En marzo de 2024, la revista web Aquarium Drunkard publicó un artículo en el que se exploraba el llamado late cold war style, cuyas características pueden encontrarse en la producción setentera y ochentera de artistas como Bob Dylan, John Cale, Warren Zevon o David Bowie. Los autores del artículo describen las canciones de este estilo como piezas en las que se mezclan tópicos comunes a la lírica con sucesos geopolíticos contemporáneos: insurrecciones mercenarias, espías, golpes de estado, desestabilización de regímenes, la amenaza nuclear, etc. Dichas canciones por lo general muestran un punto de vista desesperado y psicótico como eco lírico de los sucesos globales. Podríamos hablar de un estilo posterior similar, producto del fin de la Guerra Fría, del que el ejemplo perfecto sería «The Future» de Leonard Cohen, canción aparecida el mismo año que El fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama, libro con el que comparte muchos puntos. Insurrection, colección de grabaciones de la segunda mitad de los años noventa pero editada hasta apenas el año pasado, es un álbum que entra de lleno en este estilo post Guerra Fría con una crueldad y un cinismo mucho mayor a los de Cohen. El mundo de Alan Vega, originalmente constituido por rockabilly, adicciones y violencia, en esta producción se convierte en un mundo de violencia y repetición. Rock ballardiano. Es un retorno al minimalismo de Suicide, aunque con ritmos aún más pobres y brutales. Las piezas consisten principalmente en loops sin variación sobre los que Vega recita, canta o grita. En álbumes grabados posteriormente como Station o It llevaría muchas de estas exploraciones aún más lejos, con resultados más caóticos. En las grabaciones de Insurrection ya estaba desarrollado completamente el sonido de bandas posteriores como Dirty Beaches o Sleaford Mods.
Giant Beauty – [Ahmed]
Giant Beauty reúne una serie de piezas tocadas en vivo a lo largo de cinco noches consecutivas, durante el verano de 2022. Este cuarteto (Pat Thomas en el piano, Joel Grip en el contrabajo, Anton Gerbal en la batería y Seymour Wright en el saxofón alto) se dedica a reimaginar la obra del compositor y bajista Ahmed Abdul-Malik en clave maximalista. Cada reinterpretación que hacen es de una duración casi diez veces mayor a la de las piezas originales. Estas ampliaciones son campo para múltiples hallazgos, desarrollo de texturas y exploración de la disonancia y las repeticiones. La poética maximalista, que se extiende también al modo de lanzamiento en box set, recuerda al salto de fe que dio ECM al publicar originalmente los Sun Bear Concerts de Keith Jarret en un solo formato: una caja de diez elepés. Esta es una celebración no sólo de la obra de Abdul-Malik sino también del jazz improvisado: casi cuatro horas en reproducción continua, sin ningún momento bajo.