La aurora del fantasma
Los apóstoles todos, los adivinadores, todos aquellos abocados
a los orígenes de la razón o de la fe… Cada uno de ellos ahora está perdido
en el murmullo
de una meditación cada vez más profunda. ¿Cuál sería el propósito
de los cantos que el trovador venido de Aviñón nos trajo en su morral
de cuero?
¿Qué significarían las marcas hechas por halcones verdes
sobre la tapa de su laúd en forma de calabaza? ¿Qué podría ser más útil
que un principio
de amor lentamente quitado de partículas, como la fronda de un helecho
desenrollándose al llegar el alba? Toma tu abrigo, toma la mañana.
Es esto lo que significa
atraer al fantasma para sacarlo de la oscuridad, hasta que ella nos alce
al espacio del canto.
Aurore Parisienne
Selene se volvió la piloto de su propia fe, vestida con brisas descuidadas
& pájaros veraniegos. El fuego le punzó sus sandalias & palomillas
veraniegas
le rondaron los dedos de sus pies. Se arrastraba en el caos & no podía, dijo,
evitar ingerir el veneno de su pasado, cada resto mortal, cada rastro
jovial. Todas
esas antiguas posibilidades hicieron eco cuando ella habló, cada una
en su propio estribillo pastoril,
como la luz que sale de un sepulcro, como el olvido de la lámpara
& su globo frío
que se levanta del iluminado pero perdido espíritu. Allí el abismo
& la tormenta
& su deseo se hicieron uno solo. Si el bosque se alzó más allá,
fue el bosque lo que ella
pudo entender. ¿Quién más podía moverse de esa forma sino alguien
perdido de antemano? Como ella misma dijo:
Piensa en mí al caminar por el Sena, como yo pienso en ti cuando llegan
el crepúsculo & el eco
del día, mientras pongo con mucha lentitud dos libros antiguos frente a ti…
sus canciones se alzan todavía,
incluso desde el tráfico y su fuego antiaéreo, aun cuando golondrinas
& martín pescadores se aglutinen amortiguadamente.
Père Lachaise
Los nombres que han sido desnombrados se levantan, fríos & claros
como las inscripciones sobre la piedra virgen. Allí brillaron los rubíes
contra el ónix. Allí, aquellos climas de osario & el amor
que debe revelarse como amor. Del otro lado del mundo, mi
mejor amigo se vistió únicamente con pequeños címbalos de latón. Tenían
el tamaño
de centavos y un alambre o una cuerda los unía. Él no tenía idea
de su significado. Tan sólo supo mientras se movía que cada movimiento
lo anunciaba
la nota más gloriosa, campanillas & traqueteos & una iridiscencia
en los oídos:
el clima dorado de su propia persona rielando por doquier. Cuando
después lo hallaron muerto, se habló de cuán pagano se había convertido
en esa desnudez,
en esa gloria suya.
El libro
¿Qué hay con los motivos de la noche? Todos esos amantes
que caminan por el lustre de sus pasados. Se tocaron las cuerdas
de la melodía
en la liviandad del sueño.
¿Qué hay del cuerpo
que despierta a tu lado y se tensa con el último fuego jubiloso?
Aquí dentro en el raro, el rarísimo hostal a la orilla del bosque
ocurre el sacrificio de las hojas, ya abandonados todos los atuendos.
Toda la falsa punzada de la heráldica que cuelga, aquellos estandartes de
la muerte en los muros. Yo no lo sé de cierto, pero allí afuera
se cerraron las manos & los sabuesos suspendieron sus cabezas, & fue
en el cuarto
de arriba del hostal, de la calamidad ruidosa del hostal, al lado de la cama,
donde quedó desnuda, vestida únicamente con el conocimiento
de sí misma,
consciente de la araña que cuelga del rincón, entre las vigas de madera
cruda
& el armario era una cosa tan extraoficial como el fin. & allí,
desnuda, redolente de las llamas del fuego, con todas esas brasas que dan
luz como lenguaje… Era, ella misma, un mito emocionante, autoanunciado
como cualquier emblema de una vida que se desenrolla sobre el aire, la
[luz,
aunque el libro
que abrió, ese único libro conocido por ella, se mantuvo tan plano
como un mundo, con páginas
que convirtió la mente en luminosas.
Aurora oscura
Pero qué hermosa carta me escribiste. Estaba tan madura
como un planeta, y casi tan al grano. Estaba llena, según pude ver, no
con revelaciones o esperanzas. Era espacio expandido
como espacio. Todo cuanto podía era responder con el pobre reflejo
de la inteligencia,
o sea, lo insuficiente de un erizo & y el léxico modesto
de un santo. Oscuridad, oscuridad. Lo que se desenrolla vuelve a enrollarse
lejos de nosotros.
Si la muerte posee una forma, es la forma de una partida. Si la muerte
posee una forma,
está encendida por la oscuridad. Lo que buscamos todos estos años,
lo que llamamos juntos una necesidad de invento, cualquier
sílaba o símbolo, cada deseo penetrante & luminoso o pleno de prodigios,
cada línea tallada en cada página se ha vaciado dentro de este foso,
este foco
de la revelación, esta forma que no es memoria alguna, nuestro
oscuro, la forma
de lo oscuro & la última forma de la oscuridad.
Versiones de Hernán Bravo Varela
Five Auroras
Ghost Aurora
All of the apostles, the fortune tellers, all of those committed / to the origins of reason or faith – each is now lost in the hum // of her or his own deepening meditation. What could be the purpose / of those songs the troubadour from Avignon brought us in his leather bag? // What could be the meaning of the carvings of green falcons along / the gourd-like back of his lute? What could be more useful than a loving // principle lifted slowly out of particles, like the frond of a morning fern / uncurling? Take up your coat; take up the morning. This is what it means // to lure the phantom out of the dark, until she lifts us into the space of song.
Aurore Parisienne
Selene became the pilot of her fate, dressed in careless breezes / & summer birds. Her sandals were stitched with fire & the summer moths / hovered at her toes. She shuffled in the chaos & she could not help, she said, / but drink the poison of her past, every mortal coil, every green core. All // those ancient probabilities echoed as she spoke, each in its own pastoral refrain, / like light lifted from a sepulcher, like the oblivion of the lamp & its cold globe / standing for the illumined but lost spirit. There, the abyss & the storm / & her desire all came to be one. If the forest beyond arose, it was the forest she / understood. Who else could move this way, except one already lost . . . as she said, // Think of me walking along the Seine, as I think of you in the twilight & the echo / of the day, lifting very slowly two ancient books before you . . . their songs arising still, / even in the automatic flak of traffic, even as the swallows & martins slowly swirl.
Père Lachaise
The names that have been unnamed arise, cold & clear / as the inscriptions upon the virgin stone. There, the rubies shone / against the onyx; there, those charnel house weathers, & the love / that must emerge like love. On the other side of the world, my / best friend dressed only in small brass cymbals. They were the size / of quarters & linked by either wire or cord. He had no idea what it / meant. He knew only as he moved each movement was announced by / the most glorious sound, chimes & rattles & an iridescence in the ear – / the golden weather of himself shimmering everywhere. When they / found him later, dead, they said how pagan he’d become in his nakedness, // in his glory.
The Book
What is it about the motives of the night? All of those lovers / walking in the luster of their pasts. The strings of melody plucked / in the lightness of sleep. / What is it about the body / awakening beside you, rippling with that ultimate, jubilant fire? // Here in the strange, strange inn at the edge of the wood / there is the sacrifice of the leaves, all of the vestments abandoned. / All of the false stitching of the heraldry hanging, those banners of /
death along the walls. I could not tell you, but there, outside, / the hands hid & the hounds hung their heads, & it was in the room // above the inn, the raucous calamity of the inn, there by the bed, // she stood naked, clothed only in the knowledge of herself, / knowing the spider hanging in the corner between the raw beams / & the armoire was something as unofficial as the end – & there, / naked, redolent with the flames of the fire, with those embers rendering / light like language . . . she was, herself, a moving myth, self-announced // as any emblem of a life unfolding upon the air, the light, though the book / that she opened, the only book she knew, remained flat as a world, its pages / made luminous by the mind.
Dark Aurora
What a beautiful letter you wrote to me. It was as ripe / as a planet, & as much to the point. It was filled I saw not / with revelations or expectations. It was a space that expanded / like space. All I could do was respond with the poor reflex of intellect, / which is to say the insufficiency of a hedgehog & the modest vocabulary / of a saint. Darkness, darkness. What unfolds folds out away from us. // If death has a form, it is the form of departure. If death has a form, / it is lit by darkness. Everything we’ve looked for all these years, / everything together we’ve called some necessity of invention, any / syllable & symbol, every penetrating & luminous or prodigious desire, / every carved line on every page has emptied into this flesh, this flash / of revelation, this form which is no memory, which is our dark, the form // of dark, & darkness in its final form.