Ciclo del Partido de la Caridad

José Carlos Yrigoyen

(Lima, 1976). Los días y las noches de José Carlos Yrigoyen (2005) y Horoskop. Breve historia del fútbol de Indonesia (2009) son dos de sus libros de poesía.

Indignación y rechazo causó el anuncio de la creación en Holanda de un partido de pedófilos cuya plataforma política propone reducir de 16 a 12 años la edad legal para mantener relaciones sexuales con menores, legalizar la pornografía infantil y el sexo con animales. El Partido de la Caridad anunció que

se registraría oficialmente el próximo miércoles y proclamó:

«¡Vamos a sacudir a La Haya para que despierte!».

Reuters, 31.5.2006

Primicias del mundo
El desastre del cuerpo se sienta a escribir. Toma conciencia
de los demás y decide entrar en comunicación con ellos. Sabe que la urbe 
ha sido construida para el prójimo: por eso se recluye, por eso
escribe sobre esta actualidad que, como la tiladomina, desprende brazos, 
dispone a los médicos al borde del colapso, desentierra hombres
y mujeres para su estudio, se blinda en una historia inacabada. 
El desastre del cuerpo lo escuchó alguna vez y está de acuerdo: 
la vida es corta, brutal y nunca está de nuestro lado.

Hay contraventanas por donde es posible atisbar su evidencia. 
Los drogadictos ocupan un lugar destacado en la trama. Cuidado 
con la gente de las alcantarillas: vienen por usted. En Port-Louis 
una esposa mata a su marido al encontrarle fotos con otra mujer
más joven que terminó siendo ella misma. Las escolares japonesas 
rinden el examen médico en un gimnasio a la vista de todos.
Deben desvestirse ante la ambigua funcionalidad de la justicia. 
El encierro nos ha puesto de un humor lascivo.

El presidente de Nauru y sus artilugios complicados y monstruosos. 
Dos fundadores del Partido de la Caridad son reconocidos en la calle. 
Fueron insultados y agredidos por una multitud de padres de familia 
hasta que encontraron refugio en el baño de un restaurante chino.
La foto de unos cazadores desgarrando un okapi en la página seis. 
Como los árboles sin hojas, suspendidos sistemas nerviosos,
la ultraderecha crece. Gana los escaños que entorpecen el objetivo. 
Los diarios nos dedican titulares que son hornos crematorios.

La Corte Suprema prosigue operando en su tensa resurrección. 
A punta de pistola, obligó al violador a desnudarse y procedió. 
Ahora los niños están muy tristes por perder a su amigo.
El desastre del cuerpo no puede confirmar eso. Pero lo sospecha. 
También percibe y difunde el terror institucional que ahoga la luz,
los depósitos de plasma que se pudren en los puertos paralizados, 
los discursos que alimentan la noche de los desórdenes raciales, 
y, como una mentira, restituye la forma de un mundo aparte.


Entrevista exclusiva a Todd Nickerson
El rumbo del artrópodo y de su predisposición por forjar
la lenta y ondulante destrucción de un libro, sinuoso-laborioso,
denso ante la amenaza de la verdad que insiste en negar y carcomer 
es una forma de respuesta ideal porque sacrifica lo que estorba.
Nací sin mi mano derecha. Ése es el primer desbalance inquietante 
que quisiera resolver. Cuando llega la noche a mi casa móvil, 
donde duermo porque en la pequeña ciudad que tengo al lado
demasiada gente sabe quién y qué soy, estudio Gálatas y un versículo 
me susurra aquella teoría que ilustra la inclinación de algunos zurdos 
por la pederastia. Si los ojos de una pequeña de falda naranja
me parecen más grandes que la vida, si me llevo a casa esa imagen, 
mi virtud está invicta. Yo amo a los niños. Los monstruos son ustedes.

He llegado a la edad en que comenzamos a lidiar con la nada y miramos 
con pasmo a los adolescentes combatir la ciencia. Un mundo zodiacal,
de animales aún por descubrir, de falacias autobiográficas, es lo que impera. 
Logro reunir con esfuerzo doscientos dólares al mes y cupones de alimentos 
y me pierdo los sábados por el campo para reflotar la escena de esa niña 
de siete años probándose zapatos en una tienda del centro comercial.
Jamás le haría daño a ninguna, y en eso hay una épica. Quien define al héroe 
debe recordar que éste nunca está completo. Su regreso es una apuesta 
que suele desembocar en la pérdida. Entonces lo único que puede acreditar 
es una voz testamentaria lastrando toda fe. Ése ha sido mi caso.
Ya Tennyson lo anunciaba: siempre vagaré con el corazón hambriento.

No soy tomado en cuenta por las transacciones de la noche. Huyo 
de la muerte prematura en cada ademán, me informo del estado 
de la leche y la carne que ingiero, no invito a nadie para pernoctar. 
Una tarde me difamaron y guardé silencio. Fue una mala táctica.
Perdí mi empleo en un negocio local y hoy estoy detenido en el vacío. 
Se ha aceptado la compulsión erótica de caernos por las escaleras, 
la lujuria por las abejas, la atracción hacia los retrasados mentales; 
en cambio, los locutores de radio dudan de mi pacifismo sexual.
Me preguntan por el Partido de la Caridad. Una muy mala jugada. 
Para la ciudadanía no son humanos sino morados pulpos tenebrosos. 
Es hora de entender que nunca nos saludarán con afecto ni alegría 
las bronceadas familias que, al atardecer, regresan de la playa.
 
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