Bebamos. ¿A qué aguardar las candelas? Hay un dedo de día.
     Descuelga y trae grandes copas pintadas, enseguida.
     Porque el vino lo dio a los humanos el hijo de Sémele y Zeus
     para olvido de penas. Escancia mezclando uno y dos cazos,
     y llena los vasos hasta el borde, y que una copa empuje
     a la otra…
     Acteo de Mitilene 
¡Vamos, vamos! Descuelga el inoportuno 
   y ruidoso teléfono; desconecta el correo
   electrónico y su irritante son; apaga el móvil
   o déjalo vibrar hasta que se precipite, suicida,
   contra el duro suelo; desenchufa el televisor
   devorador de horas y pon música donosa,
   de esa que tú sabes. Baja las persianas, oculta 
   la luz detrás de sus lamas y simulemos
   que no estamos. Mejor aún, apaga las luces
   y enciende los dorados candelabros de fragantes
   velas, aquellos que compraste en Mitilene
   bajo el hechizo del dulce olor de las higueras
   y la blanca luna oriental.¡Vamos, vamos! 
   Trae dos hermosas copas de fino cristal y saca
   ese tempranillo excepcional que guardaste
   para una gran ocasión… ¡ya ha llegado!
   «¿Cuál?», me dices. «¿Dónde está?», me dices.
   Aquí. Aquí mismo ¿No lo ves? ¿No percibes
   el milagroso momento que vivimos aquí,
   ahora? Indistinta parece la noche, semejante
   a las que pasaron y a las que habrán de venir.
   Pero si oyes con oídos atentos, escucharás
   el rumor que exhalan las entrañas de la negra tierra 
   de los hombres (ellos caminan sobre ella; 
   bajo ella duermen el olvido del sol); dice: 
   ¡Alégrate, tú, que estás vivo! ¡Escucha, atiende!
   ¿Lo oyes? ¡Ahí está, subiéndote por los pies,
   acariciando tus torneados muslos, besando
   tu blanco vientre, ascendiendo por tus brazos
   hasta tus bellos hombros, llenando tus ojos
   luminosos y tus densos labios sonrientes!
   ¿Lo oyes? Sí, dime que lo oyes. ¡Vamos, 
   vamos! No te hagas de rogar, que la noche
   no espera y después vendrá la insomne
   aurora de rosáceos dedos y nos encontrará
   cansados, escasos de esta codicia de fiesta.
   ¡Vamos, vamos! No te entretengas con lo corriente,
   no te ampares en las cuitas vanas del día.
   Enciende las velas, ve por el vino y las copas,
   y escáncialo sin mesura, que hoy estamos
   juntos aquí y ahora, y mañana sólo es un limes 
borroso e intruso, del que no queremos saber nada.