En los cuentos que forman Historias globalifóbicas lo marginal queda en el centro. El hilo narrativo no sigue las anécdotas que el lector creería que son las principales, sino, más bien, las historias que se desarrollan inaudibles e invisibles para todos, menos para el narrador.
Los doce textos que forman este libro son un recorrido por ciudades y países en los que las cosas más interesantes que suceden no dejan huella más que en la memoria de un narrador que después escribirá sobre su experiencia. Estos cuentos son bitácoras de viajes que no describen lo que todo turista describiría, sino que narran las visiones de un viajero sensible.
Historias globalifóbicas abre con «Las perlas de Cartagena», cuento que da el tono de todo el libro y que muestra al lector las claves para descifrar la mayoría del resto de los textos: viaje, extrañeza, pertenencia, mirada, oído, lengua, vida, esperanza, humor, nostalgia.
«Wisconsin» es uno de los mejores cuentos del volumen. En él, todas estas claves, y otras, se entrelazan para crear una historia en la que los márgenes invaden el torrente central de lo que podría ser un viaje de aprendizaje y triunfo para convertirlo en un viaje en el que ronda la muerte: un bibliotecario mexicano es enviado a una pequeña ciudad de Estados Unidos para recibir, organizar y mandar a su país toneladas de libros donados.
Por medio de un diario, el personaje narra el invierno gélido en el que debe internarse para cumplir su labor. La deshumanización de la sociedad que lo «acoge» queda en evidencia. Lo más interesante que le sucede en sus frías jornadas es su encuentro con un pato en un lago de ensueño. Durante su estadía, un asesino en serie comienza a rondar el entorno en el que se mueve. Y las sospechas comienzan a aflorar.
En la entrada del 8 de mayo, el sensible narrador escribe: «La historia: diálogo de la memoria. Mis diálogos internos me han dicho que hubo un gran espacio, que el tiempo fue paulatina pero firmemente ocupado. Mi historia personal se está reescribiendo ahora. Era necesario sufrir el frío, en lo sucesivo seré más cuidadoso respecto a qué, cómo y quién entra en mi casa. Casa en el corazón y en la mente».
De no ser por este narrador que dialoga con su memoria y comparte ese diálogo y su «casa en el corazón y en la mente» en forma de cuento, todo lo vivido, lo captado por los sentidos, se hubiera perdido, como se pierden tantas historias todos los días.
Cartagena, Colombia; Madrid y Sevilla, España; La Habana, Cuba; Antigua, Guatemala; Wisconsin, Estados Unidos, y Guadalajara, México: Historias globalifóbicas es un viaje por el mundo que se convierte, en realidad, en un viaje por esa casa que el autor comparte y el lector acepta con gusto.
En el prólogo a este libro, Raúl Ramírez dice: «De repente aparecerán los Rolling Stones, Daniel Santos y alusiones a canciones que vienen a cuento, pero como siempre, todo libro cobra vida con los ojos del lector, que inician el proceso mental conocido como lectura». Una mente que acepta otra mente, un corazón que acepta otro corazón, se podría decir.
Historias globalifóbicas, de Jesús D. Medina García. Centro Universitario de la Costa Sur / Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 2015.