Dos niñas discuten en el aire gris. Él muere.
Es estrecha la habitación, arden las velas
y el gran vitral del descenso de la cruz les hiere.
Está desnudo el cadáver sobre blancas telas.
Ya empieza a envejecer. Huele a bosque. Calan vientos
de hojas podridas. Afuera parece llover.
O es apenas el susurro de sus pensamientos:
ÑCasi respira. Ñ Hazlo, mira que huye sin ver.
Brota del cristal en llamas la palabra sorda.
Le besan la herida y solas huyen a su suerte
temiendo que el hombre dios despierte con su horda
de ángeles, los ojos abiertos a la muerte.
Rozan el suelo sus pies. La encina se parte en cruz.
Y al sol de los muertos entran ellas con su luz.