Cala Rossa

Crista Aun

Culiacán, Sinaloa, 1971. Su novela, Tras bambalinas (Ediciones del Lirio, 2021), recibió el Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo 2019.

Así es, capitán, mi padre fue el embajador Saboya. Qué bueno que no vivió para verme en esta situación. Yo sólo buscaba reencender el fuego en mi matrimonio, usted sabe, los años pasan, la llama se extingue. Y mire en lo que terminó. Le supliqué: ¡Tomasso, amore mio, vámonos de vacaciones y olvidemos la rutina! Como buen adicto al trabajo me respondió con una negativa. Sí, estaba a la cabeza de las farmacéuticas que heredé de mamá. Le insistí hasta que aceptó y, claro, le aseguré que me encargaría de todo: le di vacaciones a la niñera, mandé traer al mejor chef de nuestros hoteles, hablé con el capitán del yate y acordamos que atracaríamos por quince días frente a Cala Rossa. ¿La conoce? ¡Qué pena! Es una playa bellísima en isla Favignana. Ojalá algún día la visite. ¡Por supuesto! Será un viaje muy merecido cuando se pensione. Las puestas de sol son… Disculpe, capitán, divago a causa de los nervios. Como le decía, estábamos a punto de partir cuando llegó Gianna, la niñera. Dominé mi inconformidad, pero sí se lo reproché: ¡Tesoro, acordamos que sería un viaje en familia! Se puso las gafas y me quedé callada cuando respondió: ¿Acaso no te has visto al espejo? ¡Con lo gorda que estás, es imposible que cuides de los bambini! Y, como ve, también me fue imposible contradecirlo. Gianna abrazó a los peques mientras el chofer acomodaba las maletas y subimos a la limusina.

Confieso que los primeros días me sentí relegada; mi peso me impide hacer muchas cosas. Los veía divirtiéndose, nadando en aguas turquesas, untándose bloqueador, explorando la escollera en las motos de agua. ¿Yo? Lo de siempre, tomando bellinis y sol en la comodidad del yate. Los niños jugueteaban en la alberca mientras algún miembro de la tripulación los observaba. No es muy profunda, es más fachada que funcional. Assolutamente no! Tomasso consideró que las grutas o las motos acuáticas eran demasiado peligrosas para ellos. Fabio tiene ocho y Nico, nueve. Che calamità, ¡tan pequeños y enfrentando esto! Tomasso me anticipó que ocuparía otro camarote. Se justificó diciendo que ronco y que le había prometido una vacación. Lo compadecí, a veces soy un serrucho en los oídos. ¡El pobre trabajaba tan duro en la farmacéutica! Dígame, ¿usted es casado? Entonces estoy segura de que sabe lo difícil que es la vida en pareja. A pesar de que se instaló en otra habitación, me hice el propósito de que el viaje sirviera para reencontrarnos. Non potevo perdermi quel paradiso! Le pedí al chef una cena para dos y le indiqué a Gianna que cenara en el camarote con los chicos. Nunca imaginé que Tomasso reaccionaría como lo hizo. Se molestó: Per l’amor di Dio! ¿Cómo los obligas a cenar encerrados? Suficiente tienen con soportarte. No, no sé por qué diría algo así. Como no quise irritarlo, cenamos en familia. Lo vi contento, hasta brindó por la dicha de estar ahí. Fabio y Nico estaban cansados y se fueron a dormir. También él y Gianna quisieron retirarse, pero les supliqué se quedaran, necesitaba hablarles de los niños. ¡Pues de algo más que esperado a esta altura de nuestra vida! Y usted comprenderá, los hijos crecen y las niñeras dejan de ser indispensables. 

Gianna apenas si podía articular bien las palabras porque bebió de más. Supongo que le impresionaron el lujo, las comidas, usted sabe, suelen ser chicas sencillas. Decidí que la charla podía esperar y bebieron champagne como si fuera soda. Estábamos pasándola tan bien, que incluso le indiqué a la tripulación que se retirara. Era tarde y merecían un descanso. En efecto, capitán, siempre hay alguien; en este caso, fue el contramaestre. Sin embargo, la caridad es la caridad y lo mandé a comer algo. Sí, sé que son reglas de seguridad, pero el que paga manda, así que obedeció. Gianna puso música y yo canté mientras ellos bailaban. Dolce amore, ¿la recuerda? Tu dolce amore mio, tornerai qui da me, tornerai, ti aspetteró. Con este peso es difícil bailar, así que me conformé con verlos girar por la terraza. Ovviamente! Ella siempre se comportó como una profesional. Le juro por la Virgen de Loreto que jamás imaginé lo que sucedería. Fue tan repentino. Nos quedamos solas cuando Tomasso se retiró al baño. Gianna se subió a la baranda y gritó: Sono la regina del mondo! Le supliqué que bajara, que tuviera cuidado. Antes de que pudiera convencerla, resbaló. Escuché su cabeza golpeando contra la orilla del piso medio y para cuando llegué al costado, la vi estrellarse contra el agua y hundirse. Me paralicé. Minutos después vi que salió a flote. No, no alerté a la tripulación. Usted no tendría por qué saberlo, pero practiqué natación y clavados desde muy pequeña, dejé de hacerlo cuando me casé. Entenderá que no lo pensé dos veces y me lancé al mar. Traté de rescatarla, pero ¡mire!, ¡vea cómo me dejó el pecho! Creo que el golpe la confundió porque no dejaba de luchar. Entonces se me perdió. Tomasso volvió para encontrarme en el agua. Yo apenas podía respirar de tan agitada. Sin dudarlo, se lanzó al mar para rescatarme. Nadó hacia mí, pero, cuando lo tuve cerca, mi pobre Tomasso se quejó de manera terrible. Si no fue un calambre, quizá fue una mantarraya. No sé qué pasó por su cabeza, entre el dolor y lo borracho, desvariaba: Cosa mi hai fatto? Come potresti? No entendía de qué me hablaba, intenté ayudarlo mientras luchaba por no ahogarme, se lo juro, pero ¿cómo rescatarlo con este cuerpo que me juega en contra? Por más que quise impedirlo, se hundió en la negrura. Grité como loca hasta que me escuchó el contramaestre. Fue él quien me lanzó un salvavidas y alertó a la tripulación. Entre todos me ayudaron a subir. 

Sí, una tragedia, capitán. Una absoluta tragedia. Los buscaron por horas, pero fue imposible. Mi único consuelo es que Tomasso alguna vez me dijo: Amore mio, quando morirò, getta le mie ceneri in mare. Supongo que, en cierto modo, cumplí su deseo. 

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