(Zapopan, 1975). Recientemente publicó Zapping (El Viaje, 2022).
Luis Alberto Arellano era un fan sin condiciones de los westerns, esas películas del Viejo Oeste a veces filmadas en Italia donde abundan los balazos, las tabernas y las estrellas de sheriff. Ya sé que este rasgo nada tiene que ver con Bonzo, pero quisiera creer que sí para soltar algunos comentarios al aire sobre este libro. Lo primero es su lenguaje. De un tono contenido, al estilo de los manuales de instrucciones, verso a verso Arellano urde una trama de tensiones, de imágenes poderosas que ignoran cualquier asedio al dramatismo para dar en el blanco una y otra vez. A la manera de un Clint Eastwood en su papel de Jed Cooper en La marca del ahorcado, por poner un ejemplo entre mil, con toda impasividad Luis Alberto nos dice:
No exponga a sus hijos al fuego a sus espaldas / la precaución es objeto de estudio de Nadie No conteste el teléfono a cualquiera a sus espaldas / su posición en el mapa es saber de Nadie No camine por calles sin iluminación a sus espaldas / la oscuridad es premisa de Nadie No finja que sabe la respuesta a sus espaldas / la pregunta la formula Nadie No negocie con terroristas a sus espaldas / no tiene permiso de Nadie
Estos versos paralelos que pertenecen al primer poema de Bonzo, «Efecto nocturno», causan por acumulación en la psique del lector un corto circuito: la primera frase es una negación, seguida de una afirmación que cae en el vacío como bala perdida. En realidad se trata de dos negaciones, una supeditada a la otra, que a la vez la transforma para crear un vacío más potente, la afirmación de la ausencia, de la omnipresencia de Nadie. Nadie es alguien, pero a la vez no es alguien a quien podamos señalar. Es omnipresente, como los dictadores.
Y todo con el parsimonioso tono sin texturas del pistolero Jed Cooper al jalar del gatillo. Esta contención es significativa por sí misma, equivalente a la meditación entre el fuego del monje budista Thich Quang Duc que Arellano menciona abiertamente, aunque de paso, en el último texto del libro, «Dactilorama», escrito en prosa:
Venden también fotos del Bonzo Thich Quang Duc A colores Es decir coloreadas Una vieja técnica de colorear a mano con pastel u otro material una fotografía que originalmente era Blanco y Negro Thich Quang Duc ardió en escala de grises
El mismo Arellano subraya el activismo del monje al no darle demasiada importancia, al prestar mayor atención a la fotografía en blanco y negro que da la vuelta al mundo y le asegura el Pulitzer a Malcolm Browne. La fotografía de un hombre que, a diferencia de un pistolero, se niega a lastimar a Nadie, y a Nadie le ruega que deje de perseguir a los suyos, para enseguida inmolarse a sí mismo sin aspavientos, como una estatua de madera que se consume por el fuego en escala de grises.
Esta actitud ante la tragedia voluntaria y activista es también captada por la portada de Ismael Velázquez Juárez, donde un hombre se arroja como si fuera clavadista a las arenas del desierto, dicho sea de paso. La misma actitud, por cierto, de aquellos humoristas que nos hacen reír a carcajadas sin mover apenas algún músculo de su rostro.
El paralelismo es un recurso de algunos textos bíblicos y en especial de las letanías que Luis Alberto retoma y transforma. En «Arenas movedizas y la palabra ángel» la saturación de fetos es tal que el verso que les pone punto final, «Yo juego al pókar», parece liberar el frasco celeste en el que estaban contenidos y dar pie a un fluir de la conciencia que nos muestra imágenes aleatorias y precisas, a la manera de un visor de diapositivas que recorren diversos tiempos, incluyendo la enfermedad del padre, que también pasa, queda detrás junto con otras imágenes para dar lugar a Cristo, a ese Cristo sin dientes, con las fosas nasales carcomidas, Cristo Alfonso el dealer.
Una vez más, el pistolero apunta a Nadie y le atina.
Esta frase podría ser un final, pero falta algo más por añadir. Además, les comento que en las reseñas y prácticamente en todo lo que hago soy caótico, y por si fuera poco, tengo la fuerte sensación de nunca terminar por comprender los libros que me gustan. Lo que comparto con ustedes, entonces, es mi intento por comprender por qué Bonzo me gusta tanto, aunque todavía mucho de su significado se me escape.
En fin, quiero hacer notar también el sentido del humor de Bonzo que, como el sudor frío del pistolero, recorre el cuerpo del libro. Un sentido del humor muy fino, que brilla en cuanto se le pone en perspectiva. Y es que todo está dicho como en serio. Es decir, esto es serio, señores, como la obediencia, pero a la vez no. Y creo que éste es uno de los ejes de sentido de Bonzo: es, no es. Nadie es nadie pero a la vez alguien. Alguien es Nadie. Los fetos son y no son fetos, su lenguaje es un lenguaje de manual de instrucciones pero a la vez no, de la misma manera que no es un libro de poemas, pero sí. Es un manual que indica en realidad cómo no seguir instrucciones.
Y ya que estamos en esto, el mismo Luis Alberto Arellano no se contiene para dar su «Tiro de gracia», tal y como se titula el poema que además da nombre a la segunda parte de Bonzo. El paralelismo, la anáfora, la acumulación de referencias y significados, de paradojas e imágenes de clara y cara sintaxis nos envuelven como el fuego al monje budista. Como el fuego en la fotografía, dicho sea de paso, pues la tragedia no termina por consumir a su objeto verbal, siempre contenida en su escala de grises.
Así las cosas, no me atrevería a añadir más a los lúcidos comentarios de Ángel Ortuño (y de Yolanda Segura) a los poemas de Arellano. Valga decir que el encuentro con estos dos amigos fue y sigue siendo una celebración acentuada por su compañía feliz en esta edición de Palíndroma. Sí, «Celebración», como se titula el poema que Ángel cita a manera de clave de lectura en Bonzo:
Toda ola contiene en sí misma su reflejo e índice como un pequeño manual de instrucciones.
Por cierto que encuentro más placentero leer este libro de no-poemas que un manual de instrucciones, aunque los hay muy instructivos, como es el caso. Y para regresar por el camino polvoriento del Viejo Oeste, Bonzo es el instante del fuego ante la impasibilidad del pistolero, del tiro de gracia que Luis Alberto Arellano dispara con ademán inmutable en una especie de gif mental a blanco y negro, como en los mejores spaghetti westerns
Leído el 1 de octubre de 2022 en Impronta Casa Editora, durante la presentación de Bonzo.