Supe de ellos gracias a un comerciante de discos, nudista por más señas, que vivía en San Juan del Río y con frecuencia llegaba a casa de un amigo. «Es un pliego que hacen unos chavos en San Juan; a ti que te gustan esas putadas de la poesía, te lo dejo». Un extendido con tres poemas, uno por cada autor, lleno de imágenes de Danzig, D.R.I. 1, Bad Religion y otros grupos de punk tardío. A modo de editorial, un manifiesto, en una época en que nadie escribe alguno, solapando las bondades de una poética apegada a la madre. «Tu mamá me mima, tu mamá me esconde», etcétera, largo y repetitivo. Los nombres de los firmantes también eran un imposible: Luis Petofi, Abraham Billegas (sic) y Jebediah Pullman.
El nombre de su revista lo tomaron de la novela de Leonard Cohen, obvio. Pero con el tiempo, la expresión ha sumado colectivos: un equipo de futbol de segunda (envuelto en una leyenda del fracaso); un grupo de artistas gráficos, entre los que se encuentra el nada fracasado Shepard Fairey.
Era el invierno del 97 y yo estaba por sacar una revista. Me entusiasmó el poema de uno de los losers, Petofi, y robé un fragmento para la revista Crótalo, número 0:
470 D.C. (fragmento)
Era el año 470 después de la caída de
[los templos
cuando entraron
insumisos
pedestres
arbitrarios
remando el aire hasta la plaza
impulsados por el flujo cañerío
[subterráneo.
Amor y paz con una tiza en sus lanchas
[de desembarco.
Supe que eran ellos
porque aún guardo en mis costras
los ojos de ese guaraní en asombro
y mi torso se tatuó durante siglos
con su punta latigosa amigo mío (…)
De Billegas recuerdo este epigrama, robado descarada y sabrosamente de Marcial:
Mutilaste, cornudo, al que tu esposa
[sufría
y el rostro: orejas y nariz descompuestas:
Nada queda de lo que fue antes.
¿Crees que basta para que ella no se
[acerque?
Te equivocas, mamar todavía puede.
El poema de Pullman merecía el olvido, pero a cambio firmaba como diseñador de la extendida hoja de poesía.
Durante meses me intrigó todo acerca de estos poetas edípicos y punks. Hice un viaje a San Juan del Río con la intención de buscarlos. El nudista rocanrolero les había perdido la huella, no sacaron más números de su revista. Sabía que Pullman era un gringo de Tequisquiapan y que sus padres tenían la única librería del pueblo: El Sol de la Tarde.
Dejé para otra ocasión el camino hasta Tequisquiapan y volví a Querétaro.
Busqué con afán más textos de Petofi, de Billegas o de Pullman, pero nada.
Años después, una amiga volvió de Oaxaca con hongos alucinógenos y preparó un ritual para viajar en colectivo. Encontré a un viejo compañero de la preparatoria, en medio de las infusiones de Derrumbe y Pajarito. Antes de la ingesta platicamos sobre nuestras vidas. Él sabía que yo tenía una revista, agonizante, y había visto algunos números en casa de nuestra amiga común. «Por cierto, publicaste a un skate de San Juan que es cuate mío. Tocaba en una banda de punk gótico llamada Beatiful Losers; el Petofi, le decían». Me tomó por sorpresa la coincidencia, y quise preguntarle todo: cómo comunicarme con Petofi, si todavía tocaban (¿serían estos bl los mismos tres que los del pliego?); si Petofi no era su verdadero nombre; qué coños era el punk gótico. Pero el hongo ya estaba en mi sistema y la confusión de nombres, conceptos, palabras, provocó una angustia que tuve que desalojar antes de que mi viaje se fuera al caño. Cuando nos separamos al otro día, apunté (mal) su teléfono celular y su correo electrónico, para seguirle la pista a la vanguardia punk / skate / poética de San Juan del Río.
Durante años los bl flotaron, así, en suspensión, en mi sistema:
Pullman publicó unos poemas muy malos en un español de diccionario en una revista de las preparatorias de la uaq (cuando ya no tenía edad para ser alumno y no podía ser todavía maestro):
Oh, turbia necedad de las aguas
que liman ásperas la tristeza
la somnolencia del marino
que somos todos o Nadie
*
Qué somos todos o nadie
qué alegría nos fríe las entrañas
En la alta sombra de la tarde
nos evita con sus labios la muerte
Y así seguía por cinco páginas.
Billegas había estado en la boda de una prima mía por un vago parentesco con el novio. Lo supe días después de la boda, cuando el marido presumía a su parentela con algún talento. El que nunca volvió a dar muestras de vida fue Petofi.
Olvidé el asunto tras la lectura de los poemas de Pullman: el entusiasmo inicial había colapsado en decepción y desinterés. Tuve un hijo, publiqué un par de libros y mi nombre fue conocido a nivel nacional, un pequeño éxito parecido más al fracaso que a la gloria.
Mientras hacía una antología de la poesía queretana, estuve tentado de buscarlos: convencí a mi mujer de entonces y pasamos un fin de semana en Tequisquiapan, famoso por sus aguas termales. El último día del viaje busqué la librería de los padres de Pullman. El local era todo lo que se podía esperar de una librería en un pueblo de menos de 30 mil habitantes. Compré dos libros que ya tenía. Junto a la caja había un exhibidor de acrílico, con el logotipo de Crótalo (habíamos mandado hacer una cantidad ridícula de esos exhibidores y estaban regados por toda la República), que tenía en su interior hojitas parroquiales y flyers de eventos para gringos retirados (paseos por la Sierra Gorda y sus misiones, rappel, ciclismo de montaña, reiki y cosas por el estilo). El curioso detalle y la simetría del azar me obligaron a preguntar al dependiente por la familia Pullman. «Volvieron a Minessota; el hijo mayor murió en un accidente explorando unas cuevas con sus amigos y la familia no soportó el golpe. Al año estaban divorciados y regresaron a los Estados Unidos. Yo les compré la librería. Fue muy duro para todos: Jebediah era muy querido por el pueblo». Dejar la única librería en manos del gay prominente (auténtico joto de rancho) fue un rasgo de exquisito folclor, pensé; pagué los libros y pedí informes de los amigos. No sabía nada de ningún Petofi, menos de un Billegas, con b.
Por conocidos ocasionales he sabido que Petofi no escribe más, que tuvo un accidente automovilístico que lo dejó paralítico y vende tablas de skate en un local del Mercado Juárez de San Juan. Billegas se fue de bracero a California y su primo (esposo de mi prima) no sabe nada de él. Yo prefiero tener ambos datos como ciertos, en espera de que el misterio y la certeza no perturben mi desazón por sus poemas iniciales.
1 http://es.wikipedia.org/wiki/D.R.I.