Aprendizaje del vals

Gabriela Hernández

Tampico, Tamaulipas, 1963. Su libro más reciente es Los humedales (Atípica, 2021).

El conocimiento es la única moral de la novela

Milan Kundera

La traducción literal del término bildungsroman, cuya invención debemos a la crítica alemana, es novela de construcción, traducción que además es auténtica pues el protagonista se va construyendo a medida que las situaciones se presentan y moldean su carácter. La personalidad es una forma que adoptamos para movernos en el mundo y es justamente lo que muestra el bildungsroman o novela de formación. Aunque el género nace propiamente en el siglo XIX, dentro del cuadro del romanticismo alemán con Los años de aprendizaje del Wilhem Meister, El Lazarillo de Tormes puede ser ubicado perfectamente en este género, a pesar de los dos siglos de distancia que hay entre ellos, y es que a decir verdad, el aprendizaje de ser es una necesidad que acompaña al hombre desde siempre y la novela no hace más que reflejarlo. 

Leo Vals para lobos y pastor como una sucesora de esta tradición, en ella asistimos a la formación del carácter de John Luther Stephens quien, huérfano a los cinco años, emigra con su madre a Estados Unidos en una embarcación que transporta esclavos. La creación de su personalidad va siendo mostrada por él mismo; con sutil ironía atestigua las situaciones que lo rodean y que lo hacen ser quien es. 

Que nada es fruto del azar en esta existencia que le toca vivir a John Luther Stephens es una de las certezas que acompañan la novela y que él mismo nos muestra paso a paso. Que todo es parte del aprendizaje hacia el encuentro con su deber es otra de ellas. Bajo ambas premisas descubro la novela entre el gozo y el asombro. Narrada en capítulos breves que sostienen un ritmo acompasado y que se despliegan gradualmente a la manera de toda esa genealogía folletinesca en la que se cuentan Crimen y castigo, Rojo y negro o La flecha negra, cada una de ellas publicadas inicialmente por partes; me imagino también esperando la entrega semanal de Vals para lobos y pastor y agradezco su publicación en una sola partida. 

El epígrafe de Kundera cae como anillo al dedo para John Stephens que edifica la aventura de su vida sobre la base del conocimiento como moral única, así cada evento que se suceda, cada nuevo descubrimiento, cada rito de iniciación será la gran suma que lo lleve al encuentro de su vocación o de su deber y en esa totalidad asistiremos a la formación del carácter del personaje.

Lo que moldea su personalidad va desde la intolerancia religiosa que lo persigue desde sus primeros años, hasta Mr. Lipton, su padrastro, de quien no sólo aprende el arte de manejar marionetas, sino a ver en ellas un reflejo de la existencia de los seres humanos regida también por fuerzas ajenas a ellos mismos; y será Mr. Lipton también quien lo acerque a los libros. Tanto las unas como los otros tendrán el poder de fortalecer y acompañar a John en situaciones límite de su vida, cuando literalmente se encuentre al borde de la muerte. Los libros, por si esto no bastara, fungen como oráculos en los que se manifiesta el devenir advirtiéndole de los riesgos que encierra el oro. La aproximación de John a las marionetas y a los libros se da bajo un rito de iniciación que hará perdurar el poder de ambos más allá de la enfermedad, de la violencia, o incluso de la muerte. Es conmovedora la fidelidad del personaje hacia el cultivo de estas dos fuerzas, inanimadas aparentemente, para el temple de sí mismo: «Para dar conmigo, [nos dice] lo intuía de cierta forma, primero tenía que aniquilarme. […] Las palabras de Francis Bacon, “el más sabio, el más brillante y el más mezquino de los hombres”, según el poeta Alexander Pope, prometían sepultarme para renacer, libre de la sabiduría del beneficio personal».

Y es justamente lo que va sucediendo: John aniquila lo que es ajeno a sí mismo para rescatar su yo legítimo, real, el que lo conducirá hacia su vocación. 

En un diálogo sobre el arte de la novela Milan Kundera se pregunta «¿mediante qué puede aprehenderse el yo?» para después él mismo dar con la respuesta: «mediante la acción sale el hombre del mundo repetitivo de lo cotidiano en el cual todos se parecen a todos, mediante la acción se distingue de los demás y se convierte en individuo». Y es precisamente su accionar lo que va definiendo a John de los demás, su convicción de que cada acto de su vida es importante y por pequeño que sea es un enlace que lo guía hacia su deber, y al tomar conciencia de esto, cada acto lo ejecuta con asombro y agradecimiento, con fe y valentía. 

En esta certeza, los obstáculos se integran a la sucesión de eventos que conforman el aprendizaje de John como una procesión necesaria.

Leí Vals para lobos y pastor en su primera mitad como una novela de aventuras, por el predominio de la acción, la violencia, el peligro, pero también por la solidaridad y nobleza de sus personajes, sin embargo a partir de la segunda mitad se va haciendo evidente la inquietud del protagonista por vivir la vida desde la perspectiva del aprendizaje. Ahora, recapitulando ideas, me pregunto si en el fondo, toda novela no será una novela de aventuras, y de nuevo Kundera da en el clavo: «La novela no examina la realidad sino la existencia. Y la existencia es el campo de las posibilidades humanas, todo lo que el hombre puede llegar a ser, todo aquello de lo que es capaz. Los novelistas perfilan el mapa de la existencia descubriendo tal o cual posibilidad humana. Pero una vez más: existir quiere decir: “ser-en-el-mundo”». 

Es del aprendizaje de John Luther Stephens a ser en el mundo que trata este vals, las aventuras en las se ve envuelto van templando su existencia, y el protagonista al seguir una u otra alternativa se transforma en un explorador de su existencia hasta encontrarse con su destino. 

Ernesto Lumbreras, Vals para lobos y pastor (Era, 2024).

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