Apenas unas palabras para oír

Julio Estrada

Ciudad de México, 1943. Creador musical, intérprete, musicólogo, teórico, maestro e investigador universitario ha obtenido, entre otras distinciones, la Orden de las Artes y las Letras en Francia, así como la Medalla Bellas Artes y la Medalla Mozart en México.

Al nacer mi hijo Julián me fascinó tanto su oreja, tan pequeñita y bien formada, que quise fotografiarla. Dos meses después viajé a los cursos de Darmstadt, donde le planteé a varios colegas compositores de distintos países y estilos hacer una obra colectiva. La idea consistía en pegar las páginas de cada partitura individual en los muros de salones y corredores, de modo que los intérpretes las leyeran y las tocasen al paso libremente como si estuvieran en un laberinto —aún me influía el aire revoltoso cultural chino que había vivido en el París del 68—. Unos veinte compositores quisieron participar con alguna obra o con algunas páginas a su antojo, lo que me hizo ver más de cerca el desastre musical al que me aproximaba, de modo que intentando anticiparme a la escucha de aquella marea sonora decidí no añadir una partitura mía sino sólo dedicarme a imaginar cómo afrontaría el caos. Se me ocurrió entonces escribirle al oído de cada oyente una serie de frases breves —traducidas todas del español al inglés, francés y alemán— que sólo sugerían cómo escuchar. El azar sí y también la apertura de la obra, aunque de una forma en la que cobrase sentido el guiar a otro en abstracto a través de la experiencia privada de cada escucha, era para mí el asunto central. La diseminación del concierto tuvo lugar la última semana de los cursos, con la participación de músicos ejecutantes, técnicos de sonido y público. En la ceremonia final de los cursos tuve la sorpresa de enterarme de que mi proyecto había recibido el premio de composición de los cursos, el codiciado Kranischer Preis, para compartirlo con quien había instalado los micrófonos y las bocinas. A pesar de lo mucho que habrían disfrutado de la presea mi naciente familia y mi incipiente economía, me rehusé a recibirla, ya que entendía cómo otros veinte también pudieron ser premiados y que mi propia obra se daba en el terreno de la «música ficción» —algo que comencé a desarrollar a partir de entonces— distaba de sonar a partitura, al ser su meta la escucha solitaria de una suerte de solo para cada individuo.

Titulé la versión inicial de mis breves frases «Íntima, para uno o dos oídos», que leí en Londres dos semanas más tarde junto con varios jóvenes dentro del festival International Carnival of Experimental Sound (ICES). Donde conocí a John Cage, al que tanto se le debía haber resaltado el silencio como objeto de escucha, razón de más para dedicarle la obra, aunque al tratarle me pareció más un filósofo juguetón que un músico, de modo que la dedicatoria quedó suspendida en el aire del título definitivo, «S(ó)lo para uno», publicada a fines de ese año por el Experimental Music Catalog. De regreso a México se me ocurrió publicar las frases como una baraja, cada frase en una tarjeta, con lo cual el oyente formaría su propio orden, edición actual.[1] Dos años después le pedí a mi amigo Juan Feher, quien había hecho la foto de la orejita de Julián, hacer la foto de un huevo e insertar ahí la imagen de la oreja, denominando aquello «Oído en embrión» para sacarlo como cartel. Una a una las frases corren por algún canal curvo de la oreja, para lo cual utilicé calcomanías de letras en tono vino tinto; la factura final fue hecha en la Imprenta Madero, donde el siempre gentil Vicente Rojo me sugirió los tonos en gris claro con un fondo sutil de círculos concéntricos. Las frases de dicho cartel fueron mi modesta materia prima para postular en ese año a la beca del Centro Mexicano de Escritores ayudado por Hugo Hiriart, gran amigo desde niño a viejo, aunque no recibí sino la promesa de un par de jurados de otorgármela al año siguiente y de oír, varios años después, un recio «yo voté por usted». «¿Por qué?», dije sorprendido. «…Escribió sobre el sonido». («S(ó)lo para uno», 1972.)

En la presente versión cumplo con una tarea pendiente hace décadas: en contraste con la libre lectura de cada frase, reúno las frases en grupos para crear un orden que le dé mayor sentido musical a la idea, ahora mediante un formato cercano al del diseño de un poema.[2]

So(ó)lo para uno (2024)

exagera el silencio en tu mente
escucha nacer en su sitio cada sonido
envuelve en ellos cada susurro que te rodee

oye lo que vive en tu oído
busca ahí dentro un antiguo balbuceo
explora tus silencios y dales nombres
imagina el eco de eso que escuchaste

imagina ahora cómo suena el futuro
busca su inicio y escúchalo en reversa
encierra en tu historia aquello que oíste
confunde el tiempo de lo que se oiga
rastrea sus ecos en la caracola de tu oído

oye qué se mueve en tu mente
encima los rumores que escuches
canturrea ese bullicio con vértigo
intenta escucharlo como un espejo
replica lentamente lo que has oído
abandónalo al final de tu laberinto

escúchate en lo recóndito
descubre ahí el fluir
haz ondular en tu entorno aquel bisbiseo
mantén entre voz y oído la raíz de tu rumor
sisea esos ruidos escuchando afuera su cantar
vuela hacia donde te lleve la escucha
oye a tu alrededor y ve lo que no ves

intuye el sonar de algún algo
intenta oírle lo más silencioso
adivina la escucha de sus voces
imagina oírlas en su color
escúchalas henchidas de luz
siente cómo suenan al vacío
ensaya ahora ya no oír nada
ensordece como un dolor

rompe en instantes un ruido y escúchalo de nuevo
oye entre sus silencios aquello que aún suena

no dejes de oír hasta hallarle el canto al oído

[1] Julio Estrada,  juliusedimus (1972-2016).
[2] En sus distintas versiones, la obra ha tenido varios títulos: «Íntima, para 1 o 2 oídos», «S(ó)lo para uno» y «Oído en embrión».

Comparte este texto: