Anónimo / Yilda Citlalli Navarro Gutiérrez

Preparatoria 2 / 2012 B

El corazón de una mujer es resguardado por los más íntimos secretos que en él habitan.

Guadalajara, Jalisco, a 11 de noviembre de 1993.

      Querido:
      Hacía mucho tiempo que no te escribía. Después de darme cuenta de cuán rebuscada es la vida y de saber que la maldad existe… Sí, lástima que no nos percatemos de esto antes de que el tiempo nos alcance y no nos deje retroceder.
      Pero no lanzaré más palabras al aire; a lo que voy.
      A ti te estoy hablando, tú, ese que reprimió mi voz y la convirtió sólo en suspiros vagos; el que me mantuvo alejada de mis principios morales, logrando manipular mis decisiones, por lo que sin pensarlo accedí a ti, noche tras noche, sintiéndome desdichada, pensando en que habría un mañana.
Sin embargo, fingiste alimentarme con supuesto amor. Yo en mi ingenuidad te creí las mil y una palabras dulces que me decías, sin saber que te encargarías de construirme un infierno, transformando mi alegría en amargura.
      Tú eres quien mantuvo el dominio absoluto en esos ojos negros que tienes. ¿Ahora por fin estás contento? Porque yo nunca te agredí, tampoco te engañé y mucho menos te humillé. ¿Así es como me pagas?
      Ahora puedo saber que nunca hubo un “nosotros”; fuiste tan egoísta. Pero no seré como tú, no te juzgaré, pues pronto lo pagarás, porque en este cementerio nos veremos y lo más probable es que te visite en el infierno.
Con odio, para ti…

 

 

Comparte este texto: