Amor 2.0 / Pedro Vieira

«Leerlo como si se muriera. Borro esta frase y vuelvo a escribirla. Como si muriese y volviera a vivir en un mismo segundo, acrecentando aún más el milagro de la resurrección, morir y volver en un mismo segundo, en el mismo instante, sin dar tiempo al luto, a las dudas de Tomás, a nada. Plim, en el tiempo de un bit. Lo leía y deseaba la muerte porque llevaba una vida llena de gozo interior. Porque lo leía. Porque lo que escribía me hacía sentir completa. Mejor. Porque aquello que me escribía, era. Todos los tuits, todos los posts, todos los guiños eran para mí, tengo la certeza de ello. Borro esta frase y vuelvo a escribirla. “Todos los guiños eran para mí, tuve la certeza de eso”. Pero ya no la tengo y ahora es tarde. Aunque podamos siempre recomenzar, busco un nuevo sentido, releeo los mensajes, intentando percibir si escribiría lo mismo a todas. Si otras han sentido el mismo deslumbramiento. Recuerdo el día en que me llené de coraje, en que acepté la invitación para tomar café, en la que lo invité a subir a mi apartamento, en el que puse el cuchillo más largo de la cocina en ese corazón tan adormecido. Se desvaneció, murió sin un pío (un tuit, ahora pienso la forma irónica y amarga), sin regreso. La muerte sólo tiene edición cuando escribimos, cuando parpadeamos. Leo como si muriera pero fue él quien subió a los cielos, donde está sentado a la derecha de mis añoranzas. Prefiero saberlo así que a merced de las ilusiones de ellas, otras, tantas. Son cotorras que llevan al nido todo lo que brilla, encontrarán otros oros de los tontos. Yo te llevo conmigo hasta la condena. Siento tu ausencia, disculpa, voy a borrar esta frase. Un muerto no merece vivir con remordimientos».

Versión del portugués de Rocío Cerón

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Amor 2.0
«Lia-o como se morresse. Apago esta frase e volto a escrevê-la. Lia-o como se morresse e voltasse a viver no mesmo instante, ampliando ainda mais o milagre da ressurreição, morrer e voltar no mesmo segundo, no mesmo instante, plim, sem dar tempo ao luto, às dúvidas de Tomé, a nada. Plim, no tempo de um bit. Lia-o e desejava a morte porque levava já uma vida cheia de gozo interior. Porque o lia. Porque aquilo que escrevia me fazia sentir preenchida. Melhor. Porque aquilo que me escrevia, assim é que é. Todos os tweets, todos os posts, todas as piscadelas de olho eram para mim, tenho a certeza disso. Apago esta frase e volto a escrevê-la. “Todas as piscadelas de olho eram para mim, tive a certeza disso”. Mas já não tenho e agora é tarde. Embora possamos sempre recomeçar, procurar um novo sentido, reler as direct messages, tentando perceber se escreveria o mesmo a todas. Se outras sentiram o mesmo deslumbramento. Recordo o dia em que me enchi de coragem, em que aceitei o convite para tomar café, em que o convidei a subir ao meu apartamento, em que enfiei a faca mais longa da cozinha naquele coração tão adormecido. Esvaiu-se, morreu sem um pio (um tweet, penso agora de forma irónica e amarga), não regressa. A morte só tem edição quando escrevemos, quando piscamos o olho. Lia-o como se morresse mas foi ele que subiu aos céus, onde está sentado à direita das minhas saudades. Prefiro saber-te assim do que à mercê das ilusões delas, outras, tantas. São gralhas que levam para o ninho todo o pechisbeque que brilha, hão-de encontrar outros ouros dos tolos. Eu levei-te comigo até à condenação. Sinto a tua falta, desculpa, vou apagar esta frase. Um morto não merece viver com remorsos».

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