En la venganza, como en el amor, la mujer es más bárbara
que el hombre.
Friedrich Nietzsche
Desde que el cuento se convirtió en un género autónomo en México, Juan José Arreola se erigió como uno de los mayores exponentes de esta poética. Esto se confirma tanto en el conjunto del Confabulario como en la obra Varia invención, que hacen de Arreola uno de los mejores representantes del género en cuanto forma narrativa desgarrada y libertaria. A partir de sus textos arreolinos —como bien afirmó Emmanuel Carballo—, la prosa mexicana superó ciertos lastres que arrastraba desde sus orígenes, como «el costumbrismo, el barroquismo innecesario, la adoctrinacioÌn y el anacronismo. Sus cuentos son sorpresas que indistintamente nos instalan en el horror, la belleza o la alegría de vivir».
La opción por la forma breve no obedece, en Arreola, a las convenciones escriturales de su época, sino que emana de su concepción de la literatura como un producto artesanal bien acabado. No obstante, el desbaste de las aristas y el pulido literario no proporcionan a sus textos un carácter metódico o circunspecto, sino que, lejos de eso, los amplían hasta un punto en el que tocan las dimensiones ontológicas del hombre con la acidez que le es peculiar.
El abordaje que utiliza en los cuentos de Confabulario genera la complicidad del lector, quien, al igual que sus narradores, se convierte en observador de algún episodio que marcaraÌ definitivamente la vida de sus personajes-marionetas, cuyas rutinas pueden ser entendidas como un simple punto de partida para la irrupción de la novedad, de lo insólito, de alguna artimaña o escarnio, del descubrimiento del yo ante el otro o de algún espectáculo irremediablemente trágico.
La esfera pública parece servir de mote para la exploración de la dimensión privada de la vida de sus personajes. La elección de pequeñas localidades, en oposición a las grandes ciudades, corrobora este propósito. Arreola sugiere que no hay espacio para la privacidad en sus pueblos. Es así como todos conocen, en «El rinoceronte», la intimidad doméstica de Joshua, la cual se construye a partir de la voz de la narradora, una espectadora pasiva de un episodio singular: las transformaciones sufridas por su exmarido en la convivencia con la nueva esposa.
Sublimación y venganza
En «El rinoceronte», la exesposa del juez Joshua McBride asiste a su transformación como si fuera un espectáculo privado, con todos los matices de un desquite personal. Se trata de una venganza consumada no por la acción de la narradora, la primera mujer del juez, sino por Pamela, su actual esposa. El cuento se limita a los comentarios y consideraciones sarcásticas de Elinor al respecto de la vida cotidiana del matrimonio McBride. Ella los observa cuando salen a la calle, cuando reciben visitas en su casa —gracias a lo que le cuentan los amigos en común— o cuando, simplemente, se los imagina en la intimidad del hogar.
El relato estaÌ construido como un desagravio a la manera de los fabliaux medievales, en los que se narraban episodios banales, jocosos o ejemplares de la vida de algún ciudadano europeo de los siglos xii al xiv, que transcurrían en el entorno doméstico o en las calles y plazas públicas. Dichos textos tendían a ridiculizar las relaciones sociales o afectivas y presentaban algún tipo de juicio moral, ya fuera mediante el enaltecimiento de lo que se consideraba correcto, o la reprobación de lo equivocado. Por consiguiente, es normal que muchos fabliaux lleven implícita la idea de la justicia. La analogía bestia-hombre, la caracterización hiperbólica del juez, el contraste entre la figura brutal del esposo-rinoceronte y la fragilidad de Pamela son elementos que hacen que el cuento adopte cierto aire ridiculizante. Del mismo modo, el espectáculo privado de la narradora, especialmente el que discurre en su imaginación, dota de humor al relato: «me gusta imaginar al rinoceronte en pantuflas, con el gran cuerpo informe bajo la bata, llamando en las altas horas de la noche, tímido y persistente, ante una puerta obstinada».
La narración estaÌ demarcada por una notoria distinción entre un tiempo pasado y otro presente. En el pasado, Elinor se ve subyugada por el carácter intempestivo del esposo-rinoceronte; mientras que en el presente la situación se invierte, aunque esto ocurra de forma indirecta. En el ahora, es Pamela, la actual esposa, quien domina la situación: «yo naufragaba en el mar; Pamela flota como un barquito de papel en una palangana».
La narradora inicia su relato haciendo a uso de un pasado ya extinto: «Joshua McBride me poseyó durante diez años con imperioso egoísmo. Conocí sus arrebatos de furor […] Renuncié al amor antes de saber lo que era […] luché cuerpo a cuerpo con el rinoceronte, y mi único triunfo consistió en arrastrarlo al divorcio». La introducción del pretérito perfecto marca la frontera entre el pasado y el presente: «Joshua McBride se ha casado de nuevo».Éste es el punto de partida para que la narración pase a transcurrir en el ahora, el tiempo del desagravio, que predominaraÌ hasta el final del cuento: «Pamela es romántica y dulce, pero sabe el secreto que ayuda a vencer a los rinocerontes. […] Joshua McBride ataca de frente […] sus prédicas pierden veracidad […] Su cólera no sale ya a la superficie […] EstaÌ como enjuto y comprimido».
A diferencia de la tendencia general en la que la nueva esposa rivaliza con la anterior al subyugar al esposo, Pamela es vista por la narradora como una importante aliada en la materialización de su venganza. En «El rinoceronte» se manifiesta un tópico común en la literatura de Arreola: la metamorfosis del héroe. En una de sus entrevistas, él mismo afirmó que «la anécdota viene a ser solamente el pretexto para capturar una partícula del ser humano». En este caso, Pamela impone con habilidad la metamorfosis involuntaria, en una especie de castigo sutil, que pretende desvirtuar la animalidad del rinoceronte, atenuar su sexualidad arrebatadora y suavizar la que, en su opinión, era una dieta extravagante. La nueva esposa de Joshua parece obedecer al ideal de Arreola de que en sus textos se manifieste «el sentimiento de que el ser puede devenir algo mejor […] tarde o temprano algunos […] personajes encuentran su camino de Damasco, practican a veces sin saberlo el saulismo». A través de esta vía, «El rinoceronte» aborda el tema de la brutalidad masculina en la relación matrimonial, además de poner de manifiesto, mediante las diferentes posiciones que ocupan Elinor, Pamela y Joshua, la lucha por el poder y por la dominación entre los sexos.
La cuestión del devenir animalidad en espiritualidad es perceptible en varios cuentos arreolinos. Joshua, sobrepasado por una mujer disciplinada y virtuosa, se aproxima íntimamente al rinoceronte de otro texto homónimo perteneciente a Bestiario de Arreola:
Hagamos entonces homenaje a la bestia endurecida y abstrusa, porque ha dado lugar a una leyenda hermosa. Aunque parezca imposible, este atleta rudimentario es el padre espiritual de la criatura poética que desarrolla, en los tapices de la Dama, el tema del Unicornio caballeroso y galante.
Vencido por una virgen prudente, el rinoceronte carnal se transfigura, abandona su empuje y se agacela, se acierva y se arrodilla. Y el cuerno obtuso de agresión masculina se vuelve ante la doncella una esbelta endecha de marfil.
De cierta forma, la metamorfosis de Joshua es semejante a la del rinoceronte de Bestiario. Ambas transformaciones acarrean espiritualidad; más genuina en el caso del unicornio y forzada o imaginaria en el del juez McBride, cuya metamorfosis viene a confirmar nuestra interpretación del deseo de venganza personal de Elinor, quien se regocija al imaginarse al juez privado de actividad sexual. Su deseo de venganza se realiza en la misma medida en la que las muestras de virilidad, signo importante de la dominación masculina, desaparecen en la persona de Joshua.
Una venganza mediada
Todos los hechos que se relatan pasan por la criba de la narradora, quien describe tanto el segundo matrimonio como la metamorfosis del juez McBride. Para ello se vale de un sistema de adjetivación que, a pesar de las voces no especificadas que le llegan, construye la narración a partir, principalmente, de su propio punto de vista. Su venganza es imaginaria, ya que sólo presenta su propia interpretación acerca de la nueva forma de vida del juez y de cómo ésta lo afecta.
El discurso de la narradora revela el punto de vista femenino, la visión de una mujer que tuvo fe en el amor, pero que sufrió una fatal desilusión: «renuncié al amor antes de saber lo que era, porque Jo-shua me demostró con alegatos judiciales que el amor sólo es un cuento que sirve para entretener a las criadas». Las ilusiones que Elinor abriga con el amor se desbaratan a partir del momento en el que el juez la convence de que la máxima aspiración de una mujer debe ser la «protección de un hombre respetado». Los personajes de Arreola, conforme sugiere la traición literaria, se travisten con frecuencia con la propia cosmovisión del autor y reverdecen un punto de vista de veras recurrente en su discurso: «no hay amor feliz».
Al contrario que Elinor, quien habría luchado cuerpo a cuerpo con el rinoceronte, Pamela exhibe una figura femenina más relacionada con las estrategias y las coartadas, lo que representa cierta correlación con las habilidades profesionales de un abogado o un juez. En este sentido, aunque parezca paradójico, la experiencia y la madurez pueden transformar a una mujer ingenua en una estratega. Al fin y al cabo, tal y como afirmó Pierre Bourdieu:
el privilegio masculino no deja de ser una trampa y encuentra su contrapartida en la tensión y la contención permanentes, a veces llevadas al absurdo, que impone en cada hombre el deber de afirmar en cualquier circunstancia su virilidad […] La virilidad entendida como capacidad reproductora, sexual y social, pero también como aptitud para el combate y para el ejercicio de la violencia (la venganza sobre todo), es fundamentalmente una carga. Todo contribuye así a hacer del ideal imposible de la virilidad el principio de una inmensa vulnerabilidad.
En consecuencia, el cuento nos permite, asimismo, pensar en una continuidad o desdoblamiento entre una mujer y la otra, hecho que se debe entender como un proceso evolutivo de la personalidad, como la proyección en una contrafigura que logra cumplir los secretos deseos de la otra.
No es casualidad que la narradora califique a Pamela de dulce, pues su nombre significa «la que es dulce como la miel», aquella que sabe evitar las empresas arriesgadas, lo que explica que no se enfrente directamente con la personalidad del marido, tal y como lo hacía Elinor, quien jamás consiguió manejar las armas de la dominación a su favor. Su lucha con el rinoceronte fue en vano y no sirvió nada más que para acarrear el divorcio. Sin embargo, «buscando otra Elinor [Joshua] fue a dar con la horma de su zapato». La segunda esposa supo cómo agarrar a la bestia por la cola, haciéndola girar desorientada y sin fuerzas: «Joshua McBride ataca de frente, pero no puede volverse con rapidez. […] Pamela lo ha cogido de la cola, y no lo suelta, y lo zarandea. De tanto girar en redondo, el juez comienza a dar muestras de fatiga, cede y se ablanda».
Al traer a la memoria la tesis de Bourdieu de que el amor puede ser una dominación aceptada, una especie de milagrosa tregua en la que la dominación parece quedar domeñada y la violencia viril sosegada, resulta irónico que no quede claro si el papel de Joshua en la relación de dominación se invierte a causa del cambio de los hábitos alimenticios o porque el amor por Pamela lo haya subyugado hasta el punto de hacerlo aceptar tal dominación. Además, según Bourdieu, en el amor las mujeres civilizan, pues hacen desaparecer la grosería y brutalidad de las relaciones sociales, además de acabar también con las estrategias de dominación que pretenden encadenar, aprisionar y someter, algo que provoca inquietudes e incertidumbres y reintroduce, en consecuencia, la asimetría de un intercambio desigual.
El recurso de la animalización que usa Arreola le sirve como pretexto para dirigir sus críticas a las relaciones de poder en la esfera conyugal a partir de un distanciamiento irónico. Al referirse a Joshua como un animal, el autor crea un distanciamiento que le permite hacer una crítica, alegórica y bienhumorada, a todo un grupo masculino. Como él mismo afirmó: «en los animales aparecemos caricaturizados y es la caricatura artística lo que más nos ayuda a conocernos». Aun en este mismo sentido, se observa que la metáfora del rinoceronte es bastante fecunda, pues, además de contribuir al tratamiento cómico-grotesco que pretende Arreola, hace un contraste entre Pamela, dócil y delicada, y Joshua, tosco y áspero. La metamorfosis del juez lo aleja de su posición de «hombre noble y respetable» y lo sitúa en la de hombre ridículo. Dicho cambio de estatus contribuye a que la narradora, y al igual que ella el lector, no vean la situación de Jo-shua como digna de pena, sino como merecedora de risa. Esto revela uno de los principales elementos para la identificación de un personaje cómico, el cual, a diferencia del personaje trágico, siempre carga consigo un defecto, una mácula, algo que no hace de él un hombre cabal, sino ridículo.
Es interesante observar cómo la narradora se desdobla. En la primera parte del relato figura su testimonio directo, mientras que la segunda se compone de voces que le llegan de fuentes que no están explícitas, así como de personas invitadas a la casa de los McBride. Este recurso hace que el texto sea polifónico. En esta segunda parte del relato, no existe una fuente exclusiva de información, sino que, por el contrario, hay una pluralidad de voces y de rumores que transmiten sus versiones a Elinor. Ella también contempla a la pareja en la iglesia y comprueba la transformación sufrida por el juez, ahora más delgado y modelado por las manos de Pamela. La exesposa imagina a Pamela, con su astucia, como una escultora que haya moldeado al marido a su manera: «Pamela es romántica y dulce, pero sabe el secreto que ayuda a vencer a los rinocerontes. […] Es hija de un pastor prudente y vegetariano que le enseñoÌ la manera de lograr que los tigres se vuelvan también vegetarianos y prudentes».
Pamela modifica la alimentación de Joshua como una forma de dominarlo. Lograr que los tigres se vuelvan vegetarianos supone una paradoja que sirve para demostrar su habilidad en domesticar al rinoceronte. La privacidad del ambiente doméstico favorece la actuación de las fuerzas de dominación y, en este sentido, la casa de los McBride puede ser comparada con el cautiverio del rinoceronte de Bestiario: «ya en cautiverio, el rinoceronte es una bestia melancólica y oxidada». La exesposa narra la vida del juez McBride, precisamente, a través del prisma del ámbito doméstico.
La venganza de Elinor es de cariz discursivo. Inclusive se podría decir que la intención del relato es la formulación de un discurso en el que prevalezca el placer de narrar la situación de dominación en la que se encuentra su antiguo opresor. La comparación con un rinoceronte aviva la ironía de su discurso, en el que expresiones coloquiales como «fue a dar con la horma de su zapato», «tal parece que» o «las personas me cuentan cosas sorprendentes», funcionan como otro recurso más para introducir hechos que empequeñecen al juez MacBride y escarnecen su circunstancia en el matrimonio.
La sensación de revancha también hace acto de presencia en el contraste cómico entre la figura del tigre, feroz y carnívoro, y la dieta que Pamela le impone. A fin de cuentas, ella «es hija de un pastor prudente y vegetariano que le enseñó la manera de lograr que los tigres se vuelvan también vegetarianos y prudentes». Las personas se refieren a un Joshua «devorando enormes fuentes de ensalada». Elinor se divierte con ello, al percatarse del contraste entre la animalidad del rinoceronte y la espiritualidad que Pamela le exige: «Hace poco vi a Joshua en la iglesia, oyendo devotamente los oficios dominicales. EstaÌ como enjuto y comprimido. Tal parece que Pamela, con sus dos manos frágiles, ha estado reduciendo su volumen y le ha ido doblando el espinazo».
El cuento de Arreola permite, además, una lectura a partir del concepto de carnavalización propuesto por Mijaíl Bajtín. En este sentido, se pueden destacar dos importantes aspectos: 1) El hecho de que haya una primacía de los «bajos» instintos del personaje —en oposición a su espiritualidad—, en los que predominan su animalidad y el deseo sexual «genitalizado» y carente de toda espiritualidad. 2) La inversión de papeles: mientras que en el carnaval el rey aparece como un mendigo, en el cuento de Arreola, el juez, soberano del primer matrimonio, se presenta como un ser dominado y ridiculizado: «un rinoceronte en pantuflas».
De acuerdo con las características de ruptura del orden social que describe Bajtín, en el carnaval, los que tienen un papel sumiso en la vida social cotidiana pasan a gobernar el transitorio mundo al revés. En este caso, la narradora, sometida en su antiguo matrimonio, es quien ríe la última y, si bien no fue capaz de gobernar entonces ese espectáculo del mundo al revés, al menos ahora asiste al mismo desde una posición privilegiada.
Traducción del portugués de Carlos Saiz Álvare