I
   No me avergüenza el camino
   recorrerlo a la inversa:
   venir a la poesía
   desde la narrativa,
   donde las letras tenían
   cercada la valla
   de mis sentimientos.
   Ser en la madurez
   la eterna criatura
   subida a un árbol de vientos
   que soplan y secan y
   más que alas exigen
   piernas. No me avergüenza
   el ave que renuncia
   a la visión terrenal
   en pos de altura, de una
   incómoda perspectiva
   que por alimento ofrece
   rápidas bofetadas.
   Recuperar al niño
   de mejillas rosadas
   bajo el cutáneo escozor
   del poema, leve alfiler
   en aumento, alfiler
   sin fin que pincha e indaga
   y crece como la barba
   de esta tierna criatura.
 
   II 
   ¿Y decir prosa no será acaso
   decir lo que soy? Mundo a medio hacer,
   hijo perfecto de la incógnita,
   mano caliente que las bisagras
   maneja, ficción continua entre tú,
   yo, él… lenguaje que al relato se da
   y no es color lo que en el viento persigue
   sino su efecto: serán raíz sus ruinas
   de las historias que me definen.