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Entre las palabras fragancia y flagrancia
todos los puentes están di-
na-
mi-
ta-
dos! —excepto tus ojos si
me sorprenden olisqueando a la diosa
que duerme al fondo de
la orquídea, susceptible de gran pulimento
mi extravío. Un tizón cuando
cae la tarde la justicia inmanente
de sus pétalos. En
argumentos de parecida especie
se funda mi defensa, o en el
color leonado de tus alas,
ahí
donde desaparecen
las estrías negras del delito, y la segunda
palabra se desvanece
en la primera, talmente el óxido
nitroso en
el efluvio de tu mariposa
diurna.