Preparatoria de Tonalá
Hace mucho tiempo, en la ciudad de Guadalajara, había una crisis económica tan dura que la gente estaba muriéndose de hambre. Ángel salió a buscar qué comer para él y su familia. Como todos los días, se dirigió a San Juan de Dios y fue directamente al área de las carnicerías. Caminaba lento por los pasillos, mirando hacia todos lados, esperando encontrar algo que comer. De pronto, se escuchó un trueno y se vio volar un disco metálico que fue a impactarse tan fuerte y tan rápido que sólo se vio rodar por los suelos la cabeza del niño.
Del cuerpo del niño, todavía de pie, brotó la sangre como si fuera una fuente, y de quién sabe dónde salió un grupo de personas completamente vestidas de negro, que se colocaron alrededor del cuerpo, unieron sus manos (a manera de copa) y comenzaron a juntar la sangre para beberla, ya que tenían la idea de que tomando la sangre de un niño sus almas se harían tan puras como la de él.
Hecho esto, los seres misteriosos se desvanecieron y dejaron allí el cuerpo del niño. Un anciano (testigo de este hecho) vio en este suceso una gran oportunidad para mitigar el hambre que acechaba a su familia, por lo que decidió llevarse el cuerpo del niño. Llegó a su casa y, muy contento, le pidió a su esposa que hiciera un pozole con el cuerpo del niño y tacos con la cabeza, para cenar.
La esposa se asustó por el mandato de su marido, sin embargo, pensó en las opciones que tenía: cocinar al niño o morir de hambre… Así que comenzó a preparar lo que su marido le había pedido. Una vez lista la cena, el anciano y su familia comenzaron a comer. Tenían tanta hambre que terminaron pronto. Luego se fueron a dormir, pero sus sueños fueron perturbados por pesadillas; de hecho, el anciano no puede dejar de ver la cara del niño. Es cierto que mitigó su hambre, pero a partir de entonces ve a Ángel en cada rincón, cada noche, y así será por el resto de su vida.