Dios sigue odiando a los mexicanos / Salvador García

Taller Luvinaria (CUCEA)

El día en que Satanás ganó la guerra pocos lo notamos, no lo hizo público, aunque de buena fuente sé que el New York Times ya le está preparando una columna. Los que lo notamos, lo hicimos por mera observación, distinguimos a sus vasallos, a aquellos que mandó para comenzar la adaptación a su reinado. En México nos tocó recibir a Mefistófeles, disfrazado con grandes orejas y poco pelo. Antes, los mexicanos ya tuvimos algunos de menor rango –porque la guerra divina estaba aún activa–. Ellos se dedicaron a la hecatombe estudiantil.    Otra marca de esta victoria es la que dejó a Baal en El Vaticano, a éste lo vistió con sotana, pero le conservó el rostro.
     Ganó porque tenía a Maquiavelo de su lado y porque Dios fue muy ciego, no quiso pedir ayuda al Olimpo; en cambio, el ejército demoníaco se fortificó con los hombres de Hades, Anubis y Huitzilopoxtli. Tampoco quiso pedir ayuda a Quetzalcóatl y Hurakán. Él cree que los mexicanos somos muy poca cosa, que comenzamos a serlo después de la conquista española. Tanta omnipotencia lo dejó perdido en la soberbia. ¿Que cómo sé esto? He hablado con Hormas, lo encontré en un viaje que hice gracias a una amiga mía, María Sabina. Muy linda la mujer.
     Me dijo Hermes en mi sueño que, como le agradé, me apartará un departamento en el paraíso, en el cruce de la avenida Asgard y la calzada Edén. Ya que, en algunos años, tanto el cielo como el infierno se sobrepoblarán. Pero, como Dios no quiere a los mexicanos, ignora nuestras predicciones;  por eso se jodió, a ver quién le hace otro calendario.

 

 

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