Guadalajara, Jalisco
Muy querido Desconocido:
Esta carta sin destino (que en realidad sí lo tiene pues estaba marcado que fuera para ti) ha caído en tus manos, entre ellas está ahora, plasmas tus huellas sobre el amarillento papel que no hace mucho estuvo entre mis manos y mi pluma.
Esta noche escribo, estoy sola. Sí, es de noche, el cielo es tinta, una intensa oscuridad se extiende por todos lados, y yo distingo las siluetas de los árboles, iluminados por la plateada luz de mi Luna, que me observa sin cesar (así que no estoy sola), igual que los miles de estrellas.
Hace frío, el viento me hace temblar, y tal vez lo notes en algunas de mis letras (o garabatos).
Los árboles son grandes, negros, estrechos, dejan filtrar la luz del cielo, y yo observo desde lejos, aquí, sentada, mientras miro la negra superficie del lago, que sirve de espejo a la vanidad de la Luna.
La escarcha hace brillar la hierba bajo la luz de las estrellas, que parecen reflejar cada uno de los sueños y deseos de los que han sido testigos; las flores dormidas se agitan con la suave brisa, al igual que los árboles; se mecen con delicadeza, como para que duerman y sueñen dulcemente, y se forman pequeñas ondas en la superficie de mi lago…
Describo este magnífico escenario lo mejor que puedo, ya que alegre estoy de que alguien sepa que es lo último que vi…
Esta noche ya no lloré, la tristeza se ha ido, me llama la libertad, el alivio al dolor que carga mi ser, tan fuerte, tan profundo. Las espinas del sufrimiento desgarran mi corazón, que con las numerosas, viejas y nuevas heridas se desangra lentamente…
Pero yo ya no lloro. Eso ya no debe molestarme… Ya nada debe hacerlo. No vale la pena sufrir si el alivio puede estar tan cerca como uno lo desee. Aunque no muchos lo aceptan cuando llega, mucho menos sin avisar, cuando sólo llega y sorprende y arranca eso que tanto se valora.
Porque mucha gente lo valora. Civilizaciones antiguas así lo pensaban. Creían que lo más preciado en una persona era su vida, por eso la ofrecían en sacrificio a sus dioses, y qué fácil era, matar así de fácil, morir así de sencillo, sin reproches ni lamentos… Entonces, ¿por qué el alivio asusta tanto? Es una pregunta sin respuesta. Una vida tan apreciada, al llegar a su fin, nos lleva a otra, a otro mundo mejor, pero sigue asustando… ¿por qué?, me pregunto yo.
Decían por ahí: “¿Alguna vez has escuchado a un muerto quejarse?” Pues no. “Entonces, ¿de qué te preocupas?”
Es curioso, todas esas preguntas sin respuesta, los misterios de este oscuro mundo, los desentrañables sucesos… ¿y qué sucesos…?
Los cuervos vuelan sobre los árboles, anunciando su hora. El viento me trae nubes grises, ¡qué buena es la Naturaleza…!, comprende mi situación como nadie, me otorga un escenario perfecto, lloverá, ¡qué maravilla!, lloverá, y el frío se hará más intenso.
No a muchos les gusta el frío, prefieren el calor, el sol, los días alegres, los campos alfombrados con flores de colores… ¿qué tiene eso de especial? La vida nocturna siempre es mejor, esta pequeña vampiresa así lo prefiere. Qué digo vampiresa, una loba, por preferir la Luna llena (una reverencia para ti, mi querida, mi astro mayor), eso es lo que dicen… no saben disfrutar la belleza de…
Por eso debo contemplarlo mucho ahora, porque ya no lo haré más, no aquí, porque mi mente se irá a mi Tierra de los Sueños, donde viven mis anhelos, mis ilusiones… a soñar eternamente.
¡Cuántas cosas digo! (bueno…, escribo), únicamente escribo esto para que alguien, en este caso tú, lo encuentre, para que le digas al mundo que ya se ha librado de mí, que ya no debe preocuparse, esta carga se va.
Ya me voy, ya me marcho; como nunca debí nacer, ahora me tengo que ir, nadie me extrañará, porque nadie se enterará, nadie nunca lo sabrá, sólo tú, mi querido Desconocido…
Mi reloj de Luna indica mi hora, ya es medianoche.
Me despido, Desconocido, seas quien seas, yo sé que te quiero mucho, con todo mi corazón. Gracias por encontrar mi carta, por leerla y guardarla, tan siquiera para que un simple recuerdo de esta persona quede sobre la Tierra, ahora que me voy. Aunque no sea muy importante, yo sólo…
Adiós, querido Desconocido.
Adiós, amor, donde quiera que estés, y si te has olvidado de mí, que mi querido Desconocido te cuente que me fui pensando en ti.