Una cosa anodina. Ahora veo algo en torno mío como un caracol de mar. Estar ensortijado, como un caracol. Existe sólo el presente. Una cosa es cierta: si no existiese el presente, habría que inventarlo.
Supongamos que no existe el presente. O que se ha ido. O que yo me haya ido.
Ahora expongo cosas muy racionales, como pedacitos de vidrio, algo que brille y ofrezca una idea de racionalidad. Después pongo colores, opacos. Enseguida colores rojos, pequeños, que den también una idea de racionalidad. Y además luego agrego algunas cosas pequeñas como un collage, por ejemplo, algunos pequeños limacos. Enseguida giro el cuadro, y trato de imaginar lo que había hecho. Luego trepo a una silla, y trato de ver el cuadro desde otro ángulo, para intentar comprender lo que había puesto. Luego tomo un espejo, y miro en el espejo el cuadro invertido, y busco comprender lo que había detrás. Ya no lo recuerdo. Después tomo una cámara fotográfica y fotografío el cuadro vuelto al revés, y hago una foto del reflejo en el espejo. Luego, los objetos (un caballete, un orinal, un… algo que no recuerdo) y los coloco junto al cuadro, y les hago una foto. Enseguida trepo a una silla y fotografío todo desde otro ángulo. De pronto me doy cuenta de que todas las cosas que he acumulado en el cuarto (la silla, el caballete, la cámara fotográfica, el orinal, y todo lo demás) han cobrado mayor importancia que aquello que debería estar en la otra parte del cuadro. Estas cosas no me interesan, ya ni siquiera me interesa el cuadro. Entonces dejo el cuadro apoyado contra la pared, y llevo todos los objetos (el caballete, la cámara fotográfica, etc.) fuera del cuarto.
Una cosa más permanece en el cuarto, y me molesta: yo mismo. Luego regreso todo al cuarto, y salgo. Enseguida me doy cuenta de que aún llevo puesta mi ropa, entro de nuevo en el cuarto, me desvisto, dejo mi ropa en el cuarto y salgo. Después entro de nuevo. Recojo mi ropa, y salgo.
Ya salí. Me percato de una repentina nostalgia por aquello que estaba en el cuarto. Intento entrar de nuevo. Pero el cuarto está cerrado por dentro. Suplico largo tiempo que me dejen entrar, que me abran. Por cierto, siento un deseo incesante de saber qué era lo que estaba pintado en la otra parte del cuadro. Supongamos que yo piense que allí haya quedado un pedazo de mi vida. Supongamos que esas cosas pudieran ser el inicio de un relato. Una cosa es cierta: este inicio no es el inicio de un relato.
Traducción del italiano de Jeannette L. Clariond