A quien no ha arrancado una zanahoria poderosa,
y con ella fragante a tierra no ha hostigado el hocico cunicular y cunniforme
de una adorable coneja,
para sentirla roer veloz y voraz tragar un aserrín naranja—
a ése, digo,
poco crédito le otorgo en el comercio del alma.
Yo cumplí en su tiempo, a los seis años o siete,
y desde entonces casi nada he aprendido de este asunto ni del otro
ni del orto ni del meta ni del para.