664-8630
Paso este número
en mi directorio, los siete dígitos
de siempre, una secuencia que no
marcaré más—
como pasar frente a una casa abandonada pero
llena de cuartos que resuenan
donde se vivió. Hasta
ahora.
Si llamase escucharía
…¿qué? ¿Un zumbido como una estación
apagada durante la noche,
la pantalla del televisor llena de
nieve?
¿O se ha roto allá arriba la línea
telefónica, los mensajes tardíos
en una larga
caída?
De nada sirve preguntar como un niño
¿por qué muere la gente? Yo
llamo
pero en un cuarto donde las cosas
de un hombre han sido dobladas y empacadas
como para seguirlo en el siguiente
tren
después de que un teléfono,
suena y suena, y nadie
contesta.
664-8630
I pass this number / in my phone book, the seven everyday / digits a sequence I won’t dial / anymore – // like passing a house abandoned but / filled with echoing / rooms that were lived in. Till / now. // If I called I would hear …what? A buzzing like a station / shut down for the night, / the TV screen filled with / snow? // Or has the phone line snapped / overhead, the late messages / heading for a long / fall? // No good asking like a child / why do people die? I / call // but in a room where a man’s / things have been folded and packed / as if to follow him on the next train / after // a phone rings, / rings, and there is no / answer.
Camisas de hombre lanzadas por la ventana
Sería un gran encabezado,
¿no es así?, pero para mí sólo son noticias:
mangas dobladas y montones de colores vistosos
aún en sus perchas.
Aquí está la terrible fachada trasera del edificio,
sobrecrecida, profanada por gatos perdidos, camino
al contenedor de basura. Pero ahora —motas doradas
sobre negro, angostas franjas doradas, como si el paraíso
tirase algunos tiliches, usados pero buenos,
y no sintéticos, ¡de seda! Bueno, cincuenta/cincuenta.
Esos serafines son más chidos de lo que pensamos.
Llamo a Herberto para que venga a arreglar esto,
como hace con todo —excepto nuestras vidas,
es decir, sus tomas explotadas, cables quemados,
fugas. ¡Mira! (Conozco la palabra por su último
sueño estropeado). ¡Camisas!
Una camisa abraza la tapa de la basura —un abrazo
lanzado fuera con las sobras de mesa, latas destruidas.
Herberto ya vio antes todo esto. Apunta
a la ventana cerca de la azotea,
«Allá, el cuatro-cero-cuatro, él está, tú sabes…»
Curva sus dedos y finge
abrir una cerveza, «y a ella no le gusta».
El tipo debió haber tirado mucho dinero
para entrar a The Dubra Room así,
pausa, para que las chicas pudieran echarle un ojo—
debió verse bien incluso con luz mala.
Entonces recuerdo a ese tipo robusto que tocó
a las 2 a.m., pidiéndome tres dólares.
Azoté la puerta. Oh, bueno,
el dorado-sobre-blanco se abalanzó en su percha
y se enganchó a una rama. Parece que la bendición
del cielo no nos alcanzó. Se quedó atorada.
Regreso a mi departamento, cuatro-cero-tres.
Herberto sube las escaleras y toca.
Escucho a la mujer gritando tras la puerta, no
va a abrir, no las va a recibir, rechaza
todo, niega, niega. Nunca la abrazaron.
¡Ella nunca conoció esas camisas!
Man’s Shirts Flung From Window
Would make a great headline, / wouldn’t it, but it’s just news to me: / twisting arms and heaps of bright colors / still on their hangers. / Here’s the terrible backside of the building, / overgrown, defiled by lost cats, route / to the dumpster. But now—gold flecks / on black, gold pencil stripes, like paradise / threw out some fancy duds, used but good, / and not synthetic, silk! Well, half and half. / Those seraphim are cooler than we knew. / I call for Herberto to come fix this, / like he does everything—except our lives, / that is, and their blown sockets, burnt wires, / leaks. Mira! (I know the word for this latest / messed-up dream). Camisas! / One shirt hugs the garbage lid—an embrace / tossed out with table scraps, smashed cans. / Herberto’s seen it all before. He points / to the window at the top, /
«There, Four-O-Four, he’s, you know…» / His fingers curl and he pretends / he’s tipping a beer, «and she doesn’t like.» / The guy must have dropped a lot of cash / to step into The Dubra Room like that, / pause, so the girls could check him out— / must’ve looked good even in bad light. / Then I recall that beefy dude who knocked / at 2 a.m., asked me for three bucks. / I shut the door. Oh well, / gold-on-white hurdled on its hanger then / hooked a branch. Looks like heaven’s / benediction didn’t reach us. It got snagged. / I go back to my place, Four-O-Three. / Herberto climbs the stairs and knocks. / I hear her yelling through the door, won’t / open up, won’t take them back, rejects / it all, denies, denies. They never held her / in their arms. She never knew those shirts!