Primero pinte de blanco siguiendo las indicaciones de cualquier museógrafo, capa tras capa hasta que la pared engruese. Mientras la pintura se seca, mezcle y revuelva algo de Ukiyo-e, mucho del pop art de los setenta, del intrincado art nouveau francés y belga (hoy de moda, y lógica pero risiblemente definido como new art nouveau), dibujos animados estadounidenses y japoneses, humor negro, sátira sexual, un poco de estética psicodélica, lo que entienda por «arte clásico», mucho grafiti y una inspiración extra debida a la Feria Internacional del Libro: los murales de José Clemente Orozco. Lo que resulte, seguramente, no se parecerá a lo creado por el artista visual angelino Mark Dean Veca (Shreveport, L.A., 1963) en el Instituto Cultural Cabañas: Revenge of Phantasmagoria, la instalación con la que se festejará el encuentro de dos culturas tan cercanas y tan distintas como la tapatía y la angelina.
La obra de Veca cruza las fronteras culturales utilizando precisamente la que parece su antítesis, la «Era de la Información»; ese atiborramiento que une es su medio favorito, y en él descansa el detonante para su pintura, sus dibujos y sus instalaciones desde su estancia, por los años ochenta, en el Otis Art Institute de Los Ángeles, patrocinador oficial de su obra en Guadalajara. Veca es considerado californiano aunque hoy radique en Brooklyn, Nueva York, y lo represente una de las avezadas galerías del «ombligo del arte contemporáneo», la Jonathan LeVine. Su obra es un mecanismo que genera, opina, reflexiona y sobre todo señala los modos visuales de la colectividad contemporánea, de las particularidades de su conciencia
y de la descontextualización de lo conocido para la creación. Se vale de la imagen para hacer reír, reflexionar y cuestionar la vida de consumo rápida y fácil.
Su trabajo no sólo descansa en el barroco que envuelve su dibujo detallista y obsesivamente coloreado y adornado. Tampoco en sus juegos de perspectiva, con los que crea y confunde espacios diferentes dentro de la sala de una galería o un museo en la retina del espectador: todo este artificio técnico parece un camuflaje. Si se observan de cerca sus pinturas o instalaciones, surge diminuta pero potente su esencia burlona, satírica, crítica y meditativa.
Entre su barroco callejero se desenvuelven otras historias contadas con dibujo. Entre sus líneas intrincadas, asimétricas y sinuosas, que recuerdan un fino tapiz francés —con el que los artistas señalaban los beneficios sociales de la unificación de las «bellas artes y artes aplicadas», el «arte total» a principios del siglo xx y que terminó precisamente con la saturación de su mercado—; entre sus trazos caricaturescos y fantásticos, que reúnen esa ternura de los dibujos animados y la dureza del grafiti callejero, Veca esconde, mezclándolos, mensajes, referencias, datos, chistes, sexo y crítica social: dos cerditos pequeños y rosados copulando entre la estética del tapiz formada por intestinos, que jamás se notaría en la distancia, para «Makin’ Bacon»; Popeye o el «David» de Miguel Ángel entre flamas, para la pieza que compondrá en Guadalajara.
El arte de Veca es también un entretenido acertijo que habrá que descifrar de cerca y de lejos. Sus instalaciones son salas de descanso en la distancia, pero también un enigma por resolver desde cómodos asientos incluidos en cada obra. Es una mezcla recargada que señala el poder de la imagen en la cultura popular contemporánea, que cuestiona el atiborramiento explotándolo y explorándolo pacientemente. Veca es un grafitero consciente de la alegría del exceso por estos tiempos, y sin remordimientos entre la pintura y las expresiones culturales populares: es un artista visual, y Revenge of Phantasmagoria será un buen desafío para el paquete visual que Los Ángeles trae a la fil: «Pintar un mural en el Instituto Cultural Cabañas, literalmente bajo la sombra de José Clemente Orozco, es un sueño hecho realidad», dijo a la prensa. Esta pared no será tan fácil de pintar.