La respuesta que cada mujer está buscando desde el inicio de su vida* / Ángela M. Pérez

Bogotá, Colombia

 

Cuando se dio cuenta de que la naturaleza de un hombre cualquiera saciaría su deseo, sintió compasión. Extraña compasión que se dirigía a quien fuera que fuese el escogido ya que competía al hombre sucumbir ante las propuestas, sin derecho a rechazarlas.
Nélida Piñón

 

“Mire con toda libertad nuestro magnífico catálogo. Pase el tiempo que sea necesario observando las imágenes. Claro, sin compromiso, nosotros sólo queremos ayudarle a que sea feliz”.
Recibí con parsimonia aquel pesadísimo catálogo de pasta dura de color negro. Lo apoyé sobre mis piernas para así pasar lentamente las páginas que contenían las imágenes que me habían anunciado. La primera página advertía que allí se podría encontrar la respuesta que cada mujer estaba buscando desde el inicio de su vida. Pensé entonces si mi pregunta sería la misma que la de una mujer de cien años que vive en Singapur.
En la segunda página, como flashes vi imágenes de uno, dos, tres hombres.  No recuerdo sus caras, no recuerdo sus cuerpos. En la página número treinta y tres encontré una foto que llamó mi atención, era un hombre que vestía una malla azul que dejaba relucir su cuerpo sin mayor pudor. El hombre sacaba de un recipiente transparente una gran culebra. Bajo la foto, la leyenda decía: “Conmigo no sentirás temor alguno”. 
En silencio seguí pasando páginas. Llegué a la número cincuenta y dos, un hombre rubio sentado en un elegante escritorio exhibía su magnífica biblioteca.  Títulos como: Soy Hitler y… ¿Tú, quién eres?, Mussolini mi amigo íntimo y entrañable, Desde Washington hasta Texas: Los Bush sí sabemos hacer negocios… fueron suficiente para entender quién era él. 
En la página ciento dieciséis había un manchón sobre una tarjeta escrita en inglés. Intenté descifrar qué era ese manchón, sólo cuando leí la leyenda me quedó claro que Larry, con la firma de su gata, ambos, mandaban un saludo a quien los estuviese viendo. 
Pasé y pasé cientos de imágenes, miles de imágenes. Se cruzaban las caras, los cuerpos, los lugares de origen, los hobbies, las profesiones. Supuse que mi memoria fotográfica me ayudaría a recordar en cuál página había visto los posibles candidatos que yo escogería para que vinieran a visitarme. Pero, como ya les dije, todos los datos se cruzaron. Llegó el punto en que ni sabía por qué estaba viendo el magnífico catálogo.
De pronto, entró en el lugar una joven muy atractiva. Se notaba que había pasado por algún quirófano, se apreciaban algunas refacciones por aquí y por allá, y era obvio que de rubia no tenía nada, pero su cabello aparecía totalmente rubio, en suma, como diría alguien a quien conozco muy bien:  “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. En fin, la atendió la misma persona que me había recibido a mí. Le preguntó si buscaba algo en particular. La joven, sin pensarlo ni una vez, dijo: “Tráigame el catálogo de los multimillonarios; el de los millonarios que me mostró la semana pasada no me convenció”.
Quedé muda ante tanta cortesía, y mucho más cuando vi el catálogo que le trajeron; éste era un blackberry sofisticado. La joven tecleó una clave y en dos segundos escogió a su candidato. Envió un mensaje e inmediatamente recibió una respuesta. Por la expresión de su rostro, fue evidente que muy pronto estaría en brazos de su querido multimillonario.
Sentí entonces compasión por todos aquellos hombres cuyas fotos había y no había visto ese día, ¿realmente esperaban encontrar al amor de su vida?  Sentí compasión por la rubia, quien posiblemente tendría que sufrir una vida llena de lujos, baños de burbujas, ropa de París, coches de Italia, vinos de España… ¡Qué pesar!, otro talento nacional que tendría que huir por la crisis nacional.
Y yo, en tanto, volví a casa para conversar con mi marido e intentar descubrir con él cuál es la pregunta fundamental de toda mujer.

 

*Con este texto, la autora participó en el concurso de cuento convocado por el Instituto Brasil Colombia (IBRACO). Los organizadores dieron un segmento de un texto de la escritora brasileña Nélida Piñón a manera de tema. 

 

 

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