Derrumbadero tú,
ángel armado: ángel-madre
hada angelical de las lágrimas
con esa túnica blanca como delantal de carnicero
que le llegaba hasta los pies.
Frutos de generación espontánea son tu pena,
y tu dolor, y los cortes multiplicados en tu cuerpo y alma,
ese cruce entre aire y tierra
donde nada nadara salvo la dolida nao del pesar;
cenizas de combustión espontánea, tu amor sin…
Y esa costura pespuntada, la pupila de mí
zurcida por tus dedos febriles
que siempre apuntaban.
Tú, con alma de pirómano, blandiendo tu fósforo
ante qué
invisibles maderos.