Es obligatorio ir a la casa de Moyna hoy, piensa Sadhon al despertar en la mañana. El marido de Moyna le prestó un cincel por muchos días. Dice que está haciendo algo en su casa. No cree que Sadhon no pueda hacer nada sin su cincel. Debe trabajar mucho para dos o tres familias, y si no cumple se enfadan mucho. Es normal. Sumita ha pedido un estante para su cocina. Tiene que hacer un sillón para la sala de oración de la madre del comisario y acaba de comprar la madera. ¿Cómo no se enojaría el comisario si Sadhon no termina el trabajo a tiempo? El señor Sarkar, que es el médico, le pidió un escritorio para su hijo. Parece que Sadhon le cae muy bien al médico. Siempre le ayuda con las medicinas cuando Sadhon está enfermo o si se siente mal. Pero es una persona enojona. Ningún trabajo se puede hacer sin el cincel. Es claro que Sadhon tiene más cinceles, pero no funcionan tan bien como el que Sukumar le ha prestado. Ramjibon Sutrodhor, el maestro que le enseñó el trabajo de carpintería, había fabricado ese cincel con mucho cuidado para Sadhon, su discípulo. ¡Caramba! ¡Qué calidad la de su trabajo! Las cosas fabricadas con madera parecían como hechas de limo. Podía fabricar todo lo que pensaba. Además, podía labrar todas las herramientas que un carpintero necesita. Él mismo labró ese cincel. Es verdad que no podía fabricar un taladro o unos serruchos, pero es capaz de explicarles a las máquinas con toda claridad lo que él necesita. En el mercado de Gourandi, muchas personas lo rodean durante todo el día hasta la puesta del sol, por su trabajo extraordinario. Los mercados de Gourandi de aquí, de allá, los de Lalganj, y más lejos los de Senryal. Mucha gente viene desde muchos sitios con sus cosas para vender y para comprar también, claro. Vienen con una gran variedad de legumbres y frutas de sus propios huertos y compran las herramientas, como martillos, hoces, palas y unos utensilos pequeños de uso diario. Durante el verano, en el mercado de Chandrachur se venden montón de palas, hoces y herramientas de labranza. Sadhon había empezado su trabajo de carpintero con su papá cuando tenía apenas once o doce años. Al principio tenía que cortar la madera con serruchos y pulirla, lo que no le gustaba ni tantito. Pulir la madera era un trabajo muy aburrido, pero no había muchas opciones. En una ocasión, tuvo la oportunidad de conocer al carpintero Ramjibon, o Ramu, en la feria de Bero.
En la feria del pueblo de Bero, lo máximo y lo mejor que se vende son las cosas de madera. Es la feria de los indígenas que se encuentra bajo el cerro, a la sombra de las rocas. Se pueden reconocer las muñecas de Bero por sus caras chatas. También hay muñecas que se parecen a las pequeñas novias, pintadas de verde y púrpura, con narices puntiagudas y ojos grandes. Fue a visitar la feria y vio a una persona fabricar un estante con el cincel y el taladro de mano. Un estante pequeño para fijarlo en la pared, y debajo tenía dos pájaros. A Sadhon le pareció como si los pájaros estuvieran llevando el estante sobre las alas. ¡Qué cuerpecitos tenían los pájaros! ¡Qué plumaje! ¡Qué garganta! ¡Todo de madera! ¡Ay, qué maravilla! Sadhon no dejó de admirar las cosas de madera ni, sobre todo, de ver a la persona que las estaba fabricando. Estaba sumergida en su trabajo, y a Sadhon le pareció que el carpintero no veía más allá del pedazo de madera con el que estaba trabajabando. Su tienda no era más que una tapete rústico bastante viejo, con unos objetos recién labrados, unas estatuas de los dioses populares. Su cincel parecía hablar suavemente con el pedazo de madera y todo se fabricaba con magia. Sadhon se sentó frente al carpintero Ramjibon por un largo rato, cuando él le preguntó:
—¿De dónde vienes, hijo mío?
—Desde una aldea cerca de Asansol.
—¿Qué haces?
—Soy carpintero, maestro.
Desde aquel día, nunca le aburrió a Sadhon el trabajo del carpintero. Su padre era un hombre genial y nunca le negaba a Sadhon ir a la casa del maestro elegido por él mismo para aprender su trabajo ancestral. Inmediatamente, Sadhon se fue a Chandrachur, la aldea de su maestro, para volverse el discípulo de Ramu. Antes de irse, había arreglado todo lo que su padre necesitaba. Poco a poco empezó a labrar cosas de madera. Los estantes pequeños, los tendederos, las mesas y luego las puertas de los armarios y los taburetes que los aldeanos necesitaban en la vida diaria. Crecía su confianza poco a poco. Su maestro decía que la cosa más difícil es labrar una silla porque, con las patas delgadas, la silla debe soportar el peso de toda clase de gente, desde los delgados hasta los gordos. Se debe calcular con mucho cuidado. Se dice que en los campos pedregosos y áridos de Lalganj van a construir una oficina de una compañía de carbón, y si lo que dicen es verdad, necesitarán un gran número de mesas y sillas. Es un montón de trabajo. Pero ellos no contratan a los aldeanos de aquí para un trabajo tan importante, sino que lo compran en el mercado, sólo buscan a los carpinteros locales para reparar los muebles. Sadhon había labrado dos sillas según su propio diseño, pero ¿quién las compraría? La madera de buena calidad cuesta mucho. En las ciudades, la gente compra sillas de plástico. Sólo en Senryal, donde se construyó un complejo de departamentos cerca de la fábrica, se venden los muebles de madera. Allí vive gente con mucho dinero. Compran camas, estantes y otras cosas costosas. Sin embargo, no quieren comprar cosas de madera pura, sino que prefieren las de chapados. Así sobreviven los carpinteros. La gente soporta a los carpinteros y también les reclama si se retrasa la fecha de entrega del pedido. Sadhon se pone muy triste si alguien le grita. Pero la culpa es suya. Entonces, ¿qué se puede hacer? ¡Ay, Dios mío!
Allí se puede ver el largo camino sobre el que está la casa de Sukumar, en la aldea que se llama Shitola. Lo que confunde a Sadhon es cómo atravesar el camino. Antes el camino no era así. Desde Senryal, pasando por Nuni, Lalganj, Samri y el cruce de Dabar, el camino se terminaba en Rupnarayonpur. Era más estrecho y había docenas de baches debido a los camiones pesados. Pasaban sólo unos autobuses pequeños y a veces los vehículos de la mina de carbón. Los vehículos pesados rompieron el camino e hicieron los baches y por eso los vehículos no podían correr rápido. Los aldeanos vivían en paz. El camino se ha convertido en una pesadilla. Días y noches corren los grandes camiones y se ve cómo se seca la sangre de Sadhon con un miedo terrible. Los vehículos amarillos gigantes. Antes sus colores le parecían a Sadhon como el color del ídolo de la querida diosa Durga, pero ya no. Sadhon ha visto de cerca cómo funcionan las máquinas que llevan los camiones. También ha visto cómo se estira la piel de la madre Tierra y los saca por la boca monstruosa antes de irse. La vista misma es muy temerosa. Aunque todavía no lo ha visto, Sadhon ha oído que los camiones con las máquinas díabolicas han destrozado las casas del pueblo Gobindopur por haber estado ubicadas sobre el camino que contemplaba el mapa. Antes el camino era más familiar, pasaba por los barrios como si fuera un pariente de la aldea. Se podía pasear a pie y en bicicleta. Pasaban lentamente los carros de bueyes cargados de arroz y paja. Los caminos, los barrios y la gente eran muy familiares. Todo el mundo sabía a dónde dirigían los caminos. También los conocía la mayoría de la gente que pasaba por ahí. No había muchos camiones, salvo los de las minas. Todos los conductores sabían que, después de pasar por Murgasol, se podrían hallar una tienda pequeña que sirve té, pan y dulces locales de Lalganj. Entre los dos sitios no había ningún lugar donde se pudiera comer o beber algo. Sólo pasar por los campos y las minas de carbón. En los meses de verano, cuando no se podía dormir dentro de las casas, la gente traía sus camas ligeras hechas de bambú y soga para descansar al fresco cerca del camino. ¡Tantos árboles se podían encontrar! ¡Pero ahora! ¡Ay Dios! Todo ha cambiado. Sadhon se preocupa mucho. Moyna es su hermana. Pero no puede él cruzar la nueva autopista enorme para visitarla. ¡Qué miedo tiene! Corren muchos camiones grandísimos por la autopista con gran rapidez. Es fácil que algunos mueran cada mes atropellados por los camiones demoniacos. ¿De dónde vienen tantos camiones y a dónde van? De verdad, valen mucho los caminos que conectan los sitios cercanos. ¿Dónde estaban tantos camiones cuando no había estas calles? A veces Sadhon duda de que estas mismas hubieran dado a luz a estos camiones. Aunque los colores de los camiones se parecen al color del cuerpo de la diosa Durga, de verdad son vehículos del diablo que corren por los caminos golpeando la tierra para construir como quieren las calles, y detrás viene el montón de camiones. Sin árboles, sin ninguna señal de estar habitadas, las calles se estrechan como si fueran un fantasma muerto. Dios mío, piensa Sadhon, ¿es una calle o una trampa para matar a los habitantes locales? Aquí no hay nada más que los pueblos pequeñitos con sus campos y sus caminitos. La mayoría de la gente son campesinos y artesanos con sus alegrías y tristezas de la vida diaria. No piensan nunca en ganar montones de dinero, ni consideran nunca irse a sitios lejanos. ¿De dónde ha aparecido esta autopista terrible que ha puesto en peligro la vida de la gente como la de Sadhon? ¡Antes de construir esta calle nadie les preguntó a los habitantes locales si ellos la necesitaban, aunque todas las pérdidas: los campos, los estanques y todo ha sido de los pueblos como Gopalpur, Gobindapur, Shitola, Nuni, Lalganj! Para construir la calle, los líderes urbanos tuvieron que reunir a la gente de la localidad, a los hombres, las mujeres y hasta los niños. Por unos días, removían la tierra al lado del camino y la juntaban para hacer la nueva calle más alta. Recibieron sus pagos al instante. ¡Tan feliz estaba la gente al pensar que irían a conseguir el trabajo diario y así cambiaría su vida! Entonces no sabían lo que seguiría. Radhamoni también se fue a trabajar. Ella era la hija de Ramu, el maestro de Sadhon. ¡Con cuánta ilusión se había casado Sadhon con la hija de su maestro! ¡Era tan bella! Parecía como el ídolo de la diosa Radha, hecha de latón. Lo que más le importaba a Sadhon era que ella fue la querida hija de su maestro. Al casarse con ella, Sadhon se había convertido en pariente cercano de su maestro. ¡Tan delicadamente Sadhon la amaba! Pero Radhamoni no obedecía a Sadhon cuando empezó el trabajo de construir la autopista. ¡Mucha gente trabaja allí! ¿Por qué yo no? Después del trabajo tan duro, ella dijo que no volvería allí al día siguiente. Él no quería que ella se pusiera triste por no haber podido ganar dinero por su propio esfuerzo. Pero ella continuaba yendo al trabajo diariamente. El trabajo terminó en una semana. Los contratristas despidieron a casi todos los tabajadores, salvo a los jóvenes y fuertes. En vez de gente, trajeron las máquinas que podían hacer el trabajo de treinta hombres en una hora. Todas las personas regresaron a sus casas, salvo Radhamoni. Con su piel morada, cabellos largos y ojos negritos, ella se fue con el conductor de uno de los camiones grandísimos. Entonces, durante muchos días, Sadhon la había buscado por las calles como un loco, parando a los camiones amarillos para buscar dentro, con la fe de que la podría encontrar ahí. Dos veces fue embestido por los conductores y había caído al lado de la autopista. La noticia había llegado a Moyna, su hermana menor, y a Sukumar, el marido de Moyna, por los aldeanos, y ellos llevaron a Sadhon a su casa, ubicada en la aldea Shitola. Sadhon había pasado muchas noches sin dormir, sólo pensando en Radhamoni. ¿Todavía los hombres desconocidos desgarran y violan brutalmente el cuerpo de Radhamoni? ¿Ya la han vendido en la ciudad? ¿Vive o está muerta, su queridísima Radhamoni? ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, qué pena!
Un día, Sadhon regresó a su casa desde la casa de Moyna. La chocita le parecía como una casa embrujada, aunque su vecina Minoti la limpiaba a veces. De haber vuelto, Sadhon habría visto que estaba lista la calle grande, que se estrecha quietamente, como una serpiente atropellada por un camión. Los vehículos empezarían a transitar por aquella autopista en unos días. Desde Calcuta, ¡ay, Dios!, ¿a dónde va la calle… hasta Kashi? ¡O quién sabe a dónde! Sin falta, hoy Sadhon tiene que cruzar esta calle, ¿pero cómo puede hacerlo? Los vehículos no se paran ni por un momento. No sólo los camiones, también los autobuses, los coches y las motos. Todo el mundo corre muy rápido. ¿Tanta prisa tienen? ¿Pero cómo puede cruzar la calle una persona como Sadhon, que no tiene ninguna prisa y sólo desea ir a la casa de su hermana a tráves de la autopista? Debido a su trabajo y al regaño de los otros, Sadhon había ido al lado de la autopista unas veces, pero siempre se había confundido mucho. Con su bicicleta tan pequeña ¿cómo puede atravesar la calle tan gigantesca? Además, hay barandales largos a la mitad. Los vehículos de un lado corren hacia la izquierda y los del otro lado a la derecha. No se puede cruzar la calle a menos que por donde han puesto las barandillas. Entonces, ¿qué debe hacer Sadhon? No sólo para ir por el cincel, sino también para visitar a su querida hermana, Sadhon tiene que ir a la aldea Shitola atravesando la calle. De todos modos, es obligatorio que Sadhon vaya allí. Él le prometió al señor Sarkar, el médico, que empezaría su trabajo mañana sin falta.
¡Ay! Cuántos chicos se han marchado fuera para ganar un montón de dinero en las ciudades. Las chicas huyeron también sin hablar con nadie. ¿Quién sabe qué los atrae a cuidades tan oscuras? Pero ¿qué se puede hacer? De los jóvenes que se habían marchado, ¿cuántos han vuelto? Las mujeres cuidan a los niños y a sus viejos padres. Los que vinieron desde las ciudades en coches, compraron los campos por un precio demasiado alto. Ahora estos campos han sido rodeados por paredes. Desde un rinconcito de su aldea, Sadhon puede ver que hay un gran número de tiendas a lo largo de la autopista. Las tiendas pequeñitas de té, las tiendas de reparar las llantas, y poco más lejos, está la tienda donde se vende carne y roti, y hoteles y restaurantes. Sadhon ha oído que los chicos de las aldeas cercanas lavan los utensilios allí. Los que habían ganado considerable dinero al vender sus campos han comprado motos. Han establecido unas tiendas pequeñas en las aldeas y cerca de los nuevos complejos de apartamentos. Antes los chicos no fumaban frente a los adultos como un signo de respeto, pero ya no. Fuman mucho. No les importa nada ni nadie. También hay lugares donde venden abiertamente alcohol ilegal. ¿Vienen a las aldeas por las calles, o llegan bordeando la autopista desde las aldeas? No se sabe. Hay muchas opiniones. Los viejos odian la autopista como a un enemigo espantoso. Las madres se preocupan mucho cuando sus hijos están fuera de casa. Hace uno o dos días, un joven maestro murió atropellado por un camión. ¿Así mueren los aldeanos y eso vale la autopista, entonces? Las calles y los caminos existen para que la gente pueda ir y venir a las cercanías de sus pueblos para trabajar o para viajar. Pero, ¿y esta autopista? Impide a Sadhon acercarse a la casa de su hermana. Sadhon es una persona tan tranquila que nunca ha podido gritar a nadie, está enojado consigo mismo estos días. Hoy no tiene otra opción. Va a salir muy temprano y después de almorzar con su queridísima hermana Moyna regresará antes del atardecer.
Antes de morir bajo un camión de dieciséis ruedas, Sadhon pudo ver por un momento que el color del camión también era amarillo. Por un instante se había acordado de Radhamoni. El camión lo tiró con todo y bicicleta al otro lado de la calle, y así al fin pudo cruzarla.
Traducción del bengalí al español de Shukti Roy.