(Guadalajara, Jalisco)
Los fenicios te dieron ese púrpura de tu blusa
que tanto distrae a la luna
los griegos, esas vocales que tanto pronunciamos
haciendo el amor
los egipcios, ese rímel que hace de tus ojos
reverenciados ojos
los hebreos, este sábado para contemplarte
los romanos, esa manía de desaparecer
lo que hay bajo tus axilas
los babilonios, ese ladrillo de Babel
que no encuentra edificación
los alemanes, un Volkswagen
que andará de ciudad en ciudad
llevando sobre sí besos
los ingleses, nuestros pantalones de mezclilla
que manchamos de tierra y alegría
los franceses, esa vieja pasión del XVIII
que nos hace desnudarnos por dentro
los sarracenos, ese cutis tuyo tan terso
para rasguñarlo con mis ojos sable
los españoles te heredaron el Mediterráneo
que desemboca en cualquier noche
los portugueses, un poeta
que a veces te cala muy hondo
y que le llama flor a la flor y luna a la luna
por no llamarlos Dios
los aztecas, el corazón que te ofrendo
para que tu sol nunca dude en brillar
los chinos, tus motivos de ser de aquí
los mayas, las ganas de voltear a las estrellas
para descifrar lo que aún resta
los americanos, el asco del siglo en que vives
para refugiarte en otros
los cubanos, aquel son que te permite
desvestirte de tus tristezas
los clásicos, la clásica que tarareo a tu sombra
los que transitan la calle nuestro beso
que los ignora
yo, la ilusión.