Las doce caras del sol
encendidas
y
congelando
los doce mundos.
La arena huérfana yacía allí,
y las nubes se escaparon, viendo la oportunidad.
Las estrellas sonrieron, impotentes,
cuando
todas esas casas en el borde
del desierto
se levantaron y dejaron
camellos muertos a sus espaldas;
paquetes y pertenencias
cayeron inútiles en la arena,
los turbantes de los jinetes volaron
jirones
como las plumas de los pájaros
sacrificados y comidos,
y
hombres semidesnudos
seguían tragando
el aire pantanoso del desierto,
con la boca abierta de par en par.
Versión de Víctor Ortiz Partida, a partir de la versión
del guj arati al inglés del aut or y de Adil Jussawalla.