Observante / Rocí­o Cerón

I.

Marcas y hendiduras. Óleos. Desde la figura de la mujer semidesnuda la sinfonía del silencio levanta trabes, muros. Línea blanca sobre vacío. Negro níveo. Una frase en alemán sobre el ser. El giro de los soldados rusos en la trinchera. La dentadura de la muerte nace en la soledad, en la vista que arroja el reflejo de uno mismo sobre uno mismo. Trama.

II.
Cruzados hilos de metal inciden sobre tierra. Volcánica coraza de piedra, canto que desemboca en lodo. Turbiedad. Entretanto las noticias calaban, las noticias de esos cuerpos. Los cuerpos. Contrapeso, gravedad del bloque, liviana presencia ante multitud. Grava. Seco paso de pies sobre miles de recuerdos. Sucedía que las cifras habían obtenido nombres propios. Nomenclatura de piel y memoria. Tronco. Construcción piramidal para albergar bóveda celeste. Apisonado y fragua. Colgante viga. Estabilidad del conjunto. Se decía, entonces, que el nombre de ella era robusto y frágil, como la muerte.

III.
Ensayar límites de esfuerzo y resistencia: Desanudaciones de agua en el estanque; pereza y lucidez enredadas; imantación de fuerzas jalan hacia orillas distintas; cuerpo sobre otro de distendidos músculos y lenguas: mano izquierda que empuña un filo; piedras de lodo seco sobre hojas que penden entre materia y viento; un niño trepa por un árbol de inclinación casi galáctica, abisal; silbido, gorjeo, ambos desafiantes ante el ruido opaco de los autos.

IV.
Laceraciones acústicas en umbral áurico. Sonsonetes y piar de ave azul que combate toda tristeza, todo nudo melancólico. Así, hasta en ramas caben cuencos de sangre, como nidos polvorientos llevados entre mareas de familia.

V.
Cinco párrafos emiten coordenadas en las copas de los árboles. Paisaje envolvente. Entre tezontles te veas. Hacia un lado o al otro, como maquinaria de pistones sin cese. Camuflaje puro de vida, como queriendo asirse a temblores, montañas, marejadas y un volcán que aún sobrevive.

VI.
Hombros. Formas sobre otras. Dientes, caderas, frente. El reflejo constituye una caja infinita. Matrushka. Destrucción o restablecimiento. Al trote del animal, darle oído, ojos. Maleza. Jardín a la mirada, fondo tornasol donde perviven —se miran— verde heliógeno, verde abedul, verde fieltro, verde cardenillo, verde tilo, verde fronda, verde moho, verde cromo, verde reseda, verde musgo, verde jungla, verde bronce, verde hiel, verde savia, verde cadmio, verde ópalo, verde loden, umbro verde, verde victoria, verde veneno.

VII.
Santiguarse entre piedras y cardenales. Escritura de canto primero donde se escucha el tiempo. Levedad basáltica. Minutos vueltos segundos, segundos al paso, al paso. La soledad del viento; luz baja que recuerda sobre fontanela cerrada la marea de lava. La imagen arde en el lenguaje. Centésimas de instante camufladas por gritos de niños a la salida del colegio. Se prolonga el arco del minutero en el torrente bajo —a presión— del silencio.

VIII.
Diques y vetas, volumen. Roca plutónica a pies de acantilado. En ese encuadre, acariciarle el muslo a la mujer de cabello largo. Manto terrestre y corteza, densidad mineral recogida por el oído. En ese declive, azuzar a la muerte. Materialidad ígnea, abastecimiento de sentido por forma y vértice. Hacia el precipicio, el salto, es siempre hacia las alturas.

 

 

 

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