Un día la Bella terminó de leer el último libro de su biblioteca.
Un día se probó el último collar, el último vestido, el último par de zapatos que el perchero tenía para ofrecerle.
Un día la Bestia llenó de pelos su último abrigo.
Un día se cansó de hacerlo de perrito.
Un día recorrió el último maldito cuarto de la maldita torre más alta.
Un día las cucharas ya no querían escuchar sus problemas maritales con la Bestia.
Un día, la Bella se dio cuenta de que solo era la rosa en la vitrina social de la Bestia, que más que príncipe, ahora le parecía un mueble viejo.
Fue hasta aquel día, que la Bella entendió que se le había acabado el cuento, y que los finales felices no son para siempre.
Fue así como terminó en mi consultorio.