Héroe / Cintia C. Gutiérrez

Preparatoria 10 (UdeG)

 

No sé quién definió al hombre como un ser racional,  fue la
 definición más prematura y precipitada que se haya hecho.
Oscar Wilde

Adicto a mi propia mierda, soy de la especie rara, de los que se revuelcan con cualquiera a cambio de un maldito cigarrillo, de una noche sin perseguidores, de un poco de comida…
    No más callejones oscuros, por favor. Me aferro a esa idea, imprimiéndola en mis huesos. Su sonrisa fría me revuelve las entrañas. Sé que aún no amanece; suspiro adormecido por tantas sustancias en mi cuerpo, la cabeza me da vueltas y algo de mí
está sangrando.
    Él se agacha sobre mí. Apretándome por la nuca me obliga a corresponderle un asqueroso beso. Mis labios agrietados no pueden soportar mucho y, de a poco, aparto mi cabeza con las fuerzas que aún me quedan. Un golpe seco desgarra mi mejilla; desvío la mirada, con el orgullo muerto, mientras me penetra con violencia. Ahogo un grito, doy vueltas retorciéndome de dolor. ¿Qué importa ya? Merezco la suciedad que me recorre…
    Las voces gritan dentro de mi mente, mis venas exigen más veneno, mi alma desprendiéndose de la carne, sus jadeos atormentan mis oídos. Él termina dentro de mí, yo… no sé qué hago, mi propia sangre manchando las sábanas, yo no se qué pienso…  Jala mi cabello con la intención de que lo mire; no tengo alma…
    El sol renace tiñendo de rojo el cielo gris. Estoy solo.
    Escurriéndome de la cama intento mantenerme de pie. El vómito y el odio golpean mi estómago, la cabeza me revienta, el silencio ronda por las paredes. Mientras limpio mi boca reúno la ropa impregnada de pesares; mecánicamente me pongo cada prenda, reviso los cajones. Pronto, el crujir de la puerta me avisa que él me estaba vigilando; se abalanza hacia mí gritando, aprieta mis muñecas con fuerza y yo gruño, lo pateo, escupo insultos, lo muerdo cuando intenta besarme;  él  me  arroja  hacia un lado, golpea mi cabeza en alguna parte.
    -Si te gusta que te traten como basura, así lo haré -susurró cerca de mí.    
Con mi conciencia a la deriva deseé arrastrarme en el callejón oscuro… todo por un maldito cigarrillo. Aparto mi rostro e incluso mi cuerpo empujando lejos a mi verdugo. Mi cuerpo está infectado de un frío inexistente que hace temblar mis extremidades, las voces interiores gritan que están hartas, ¡qué porquería! Apoyando mi espalda en la pared, resbalo poco a poco con la pistola aún en la mano…
-Lo he olvidado, no sé cómo llegó ahí…
-¡Asesino! -dice el cadáver a mi lado. Puedo ver los sesos escurriendo de su cabeza como lágrimas viscosas; sus ojos me miran revolcados en locura, ¿o es que son los míos?
Adicto a mi propia mierda, soy de la especie rara, que noche tras noche olvida a cuantos ha matado por más veneno en la sangre, por una noche con cigarrillos, ¿o por un plato de comida? La mancha cruel sigue en mi piel pálida, sin vida, en la que me arrastro hasta que enloquezco, hundido en la mierda, en la paranoia, en el placer.
Mis ojos divagan en la nada, mi voz se desintegra en la mañana… aunque hace mucho no veo que amanece.

 

 

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