Preparatoria 13 / 2014 B
Me llama mucho la atención ese par de árboles unidos por sus ramas. ¿Qué rama es de cuál árbol? Ese dichoso par de árboles que unidos forman un pequeño fuerte contra el sol, contra las vistas de acosadores o simples extraños. Me llaman mucho la atención porque no es algo común encontrar este tipo de accidente de la naturaleza, me hace pensar que hay un cierto tipo de amor entre ellos.
Recuerdo la primera vez que los vi, esa sensación corre por mi cuerpo cada vez que los veo, es de ese tipo de sensaciones que te estremecen. Siento una ráfaga de aire frío recorriendo mi piel. Parece tétrico, pero a mi parecer un tanto curioso y, sin importar el escalofrío que sentí desde que los vi, tenía que conocerlos. Lo que pensé esa primera vez fue que aquel lugar casi perfecto para sentarme y resguardarme de mi alrededor era un gran fuerte para guardar secretos y chismes de la vecina; era un buen lugar porque, aunque sea un lugar único, no llama la atención, no inspira esas ganas de voltear y escuchar lo que sucede en medio de esos árboles. Lo sé porque hay mucha gente en este mundo que no nota ese tipo de naturaleza porque tiene que alzar la vista. Además, no gastarían su energía para ese acto supuestamente agotador y aburrido.
Cuando apenas comencé a ser preparatoriana y era una personita ajena a este gran mundo de convivencia y hormonas un poco alborotadas, noté esta preciosa deformidad y al fin logré estar ahí. Fue de las mejores sensaciones que recuerdo haber tenido. Era fresco, silencioso y especial.
Los árboles son seres confiables, nunca uno de ellos me ha contado sobre la vida de alguien más, además no tienen otra alternativa más que cumplir su trabajo de brindarnos oxígeno, de cubrirnos del sol y, ya que están ahí, de escucharnos. Son testigos de grandes e insignificantes hechos. Los árboles funcionan como resguardos de nuestros pensamientos y como testigos de nuestro primer beso o de cuando nos dimos cuenta de que en realidad existen los amigos.