Preparatoria 8, 2015 B
Por fin uno de mis tantos sueños se cumplirá: ¡Navegar en un barco! Mi tío al fin se decidió a decir “sí”, después de tanto tiempo que se lo supliqué. Yo quiero sentir la brisa del mar en mi cara, y no se imaginarán cómo me sentí en el momento que supe que íbamos a embarcar; mi estómago estaba revuelto de tanta emoción contenida, las palmas de mis manos sudaban, es más, ¡me daban ganas de gritar de felicidad! Cuando suba escucharé atentamente las instrucciones que les darán a cada uno. ¡Ah!, no les dije, ¿verdad? Mi tío trabaja aquí, en la pesca. Él ve su trabajo como algo cotidiano y sin atractivo, mientras yo, quiero que su oficio se convirtiera en mi pasatiempo.
Cuando finalmente el barco zarpe, me iré a la proa de tal manera que podré observar todo desde ahí, aunque lo único que de verdad me interesa ver son los animales marinos. ¡Ya quiero ver cómo levantan las redes llenas de peces! Pero mi mayor sueño es que atrapen un gran tiburón, o mejor aún, ¡un monstruo! Bueno, aunque sea sólo para poder verlo…
También podré pasar las noches observando el cielo, ya que en la ciudad nunca se ven las estrellas; es más, si tengo mucha suerte, hasta podría contemplar estrellas fugaces.
Esto que apenas comienza decidí llamarlo aventura, y durará únicamente dos días; es más, creo que ni siquiera podré dormir de la emoción esta noche. ¡Para qué dormir si mejor puedo estar atenta vigilando el mar en espera de que me regale, aunque sea por un segundo, uno de sus misterios!
Dicen los viejos pescadores del pueblo que, estando mar adentro, en absoluta calma y cuando la noche está en la más profunda obscuridad, se acercan mucho a la superficie unos pequeños animales marinos rarísimos que proyectan una luz tan fuerte que parecen pequeñas lámparas. ¡Me encantaría verlos! No importa que nadie me crea después, pero yo sé que la profundidad del mar, como la del cielo, oculta celosamente misterios. ¡Lástima que los humanos seamos tan desgraciados y estemos atrapados en medio de los dos!